No es necesario nacer en un territorio concreto como para encariñarse con el lugar, más o menos que otros que son meros residentes o foráneos. En el caso puntual de la comarca del Val Miñor existe un heterogéneo censo humano de hecho y de derecho, lo cual a mi entender enriquece cualquier propuesta, sugerencia o proyecto que se tenga a bien recibir, pues se multiplica la diversidad de pareceres y el carácter, digamos, étnico para defender cualquier mejor iniciativa de mayor consenso.

Sin embargo, la realidad duda y muestra hoy facetas de difícil comprensión, latiéndose muchas decepciones entre una población dispersa, así como surtida de despropósitos o garabatos en la gestión de sus representantes políticos. No es necesario poner la mano en el fuego para asegurar que tanto nativos como llegados quieren o aman a su manera esta comarca.

Nadie está a disgusto en ella pero si algunos coinciden en resaltar la falta de imaginación, esfuerzo y empuje que observan en sus gobernantes, incluida oposición.

Son tantos los agravios que pueden señalarse que habrá que contextuarlos por capítulos. En este primero, pongamos que me refiero a lo que en su día se conoció como la comarca natural del Val Miñor y que actualmente en referencias de índole mediática o política se cambia y se confunde con la comarca de Vigo; hecho que ya se da por sabido o nadie sale al quite.

De igual manera las Islas Cíes fueron hasta mediados del siglo XIX conocidas como de Baiona, pero tras pasar su jurisprudencia a Vigo surge aquí ahora la decisión de propugnar el relanzamiento y puesta en valor de las islas a fin de ser reconocidas como Patrimonio Cultural de la Humanidad; ante tal magnitud, la corporación municipal de Baiona ni se ha significado, ni ha movido siquiera un dedo.

Para más inri, Baiona de excelencia turística parece que ha llegado a claudicar de su gran pasado y protagonismo pese a que mantenga en un publicitario "máster" su titularidad, pero la realidad es que quedó como un mero territorio orillero, con cierre de locales y negocios, algunos, antaño, de gran reconocimiento y acogida, tales como El Moscón (un lustro ya cerrado), Cerchas, Bar Victoria (centro de reunión de la marinería, a punto de cumplir una década cerrado), Pensión Asturias y un largo etcétera, así hasta llegar a un centenar de viejos recuerdos e imágenes ya irrecuperables, sin contar con la pujanza de Nigrán que día a día puede ir dejando a Baiona en tris de orillarla más de la cuenta.