El neoliberalismo es la fuerza desenfrenada del capital que tiene como virtud el egoísmo, podemos decir que es la armadura ideológica de nuestros políticos amenazantes de la libertad y progreso.

La individualización, globalización y flexibilidad del trabajo se vende desde hace años como el progreso y libertad. Se dice que lo que es bueno para los grandes paraísos de negocios,también es bueno para nosotros. A decir verdad, los riesgos de las multinacionales los han desplazado hacia los hombros de las gentes y estas, para vengarse, votan a un Donald Trump, un Brexit o partidos radicales.

Los contratos fijos de trabajo se han convertido en flexibles y todos se preguntan ¿dónde está la libertad y progreso que nos prometieron? El trabajo desechable es lo que más se lleva, sin garantías de tenerlo a la semana siguiente. En las empresas millonarias, la mitad de los trabajadores son flexibles. En el sector textil y turístico, el empleo desechable es enorme. Lo más curioso es que la rentabilidad en esos años de la crisis fue fenomenal, los millones acumulados sirvieron para engordar a los accionistas.

El resultado es una sociedad muy desconfiada. Las personas se encuentran perdidas en esta moderna jungla de inseguridad, convirtiéndose en vecinos extraños. El aumento de la libertad no lo hemos visto, a pesar de la intervención estatal. La madre de la libertad es la ley liberal y no la social. Uno para los pocos y nada para los muchos.

La libertad, progreso e igualdad, están íntimamente conectadas entre sí, pero se necesita de unas comunidades fuertes y un gobierno que garanticen el equilibrio en la economía para que vuelvan los contratos fijos.