Donald Trump y Mariano Rajoy mantuvieron una conversación telefónica de quince minutos de duración (desde las 21.45 hasta las 22.00) el pasado día 7 de febrero. Lo más destacable y trascendente, sin duda, ha sido que el señor Rajoy, muy solícito él, se ofreció como interlocutor de la Casa Blanca con Europa y América Latina.

A la hora de valorar las relaciones bilaterales entre España y Estados Unidos hemos de proceder con razonable cautela. Porque a los naturales intereses políticos y comerciales, hemos de añadir también los geoestratégicos: la presencia militar estadounidense en nuestro país, en la base aérea de Morón (Sevilla) y en la naval de Rota (Cádiz), tiene una gran relevancia estratégica para Washington como puente hacia Oriente Medio.

Por todo ello, repito, debemos observar la debida prudencia a la hora de juzgar el ofrecimiento del señor Rajoy. Aunque he de confesar que, en un arrebato de suspicacia -por aquello de "piensa mal y acertarás"-, movido por un impulso de vehemente insensatez, lo califiqué de comportamiento "quijotesco". Tal vez me precipité haciendo ese juicio de valor. Pero observo un sospechoso servilismo, aunque quizá se trate de astucia, en ese inesperado compromiso adquirido por el presidente del Gobierno de España. No obstante, en un arranque de generosidad, acaso debamos concederle el beneficio de la duda. ¡O no! Ya veremos.