En Francia sí se va a reducir el derecho básico a la libertad de opinión con el proyecto que acaba de aprobar la Asamblea Nacional en materia de derecho a la vida. Tal vez no reciba la confirmación del Senado o vuelva a la Cámara Baja con cambios importantes. Rechazó ya en octubre una enmienda en esta línea dentro de la ley de igualdad y ciudadanía. Pero, de momento, significaría la extensión del ya tipificado delito de obstrucción física al aborto, a las manifestaciones de opinión a favor de la vida que puedan disuadir a las mujeres de su decisión de interrumpir un embarazo no deseado.

Sucede esto al final de un mandato, en el que se han introducido importantes reformas en el ordenamiento jurídico francés en contra de antiguas tradiciones, y del propio código civil de Napoleón. Otras promesas de Hollande, como la relativa a la eutanasia, no han podido salir adelante por la seria reacción social. Pero, en conjunto, muestran la evolución del socialismo francés hacia la consagración en las leyes de posiciones éticas no enraizadas en la propia identidad. El dudoso éxito político a corto plazo acaba pasando factura.

En cualquier caso, es una muestra cierta de la decadencia moral de Occidente que se aprecia también en otros partidos clásicos. La primacía del individualismo absolutiza las libertades -excepto en el derecho fiscal y la vida económica y empresarial-: conductas antes ilícitas se transforman en derechos, y lleva, en línea con lo políticamente impuesto (antes, correcto), a la incorporación al ordenamiento de sanciones penales en sentido contrario.

El proyecto aprobado estos días en el país vecino refleja esa inspiración. Pero su redacción resulta poco afortunada. Para Georges Pontier, arzobispo de Marsella, presidente de la Conferencia Episcopal francesa, la ley encierra "un atentado muy grave a los principios de la democracia".