Uno de los grandes quebraderos de cabeza de cualquier padre o madre que se preocupe por sus hijos debiera ser el enorme peligro que encierran las redes sociales para los menores, dicho sea de paso también para los no tan pequeños. Territorio inhóspito donde habitan las hienas, ocultas tras la sonrisa de un emoticono.

A esta encrucijada nos enfrentamos los incautos padres, echando mano de toda clase de suertes taurinas: los hay que ven los toros desde el burladero (este fue mi caso durante un tiempo), temerosos de pisar la arena donde se mata y se muere, negando a sus hijos el acceso a móviles propios y a redes sociales en general, facebook, instagram, twiter, etc. Otros en cambio se meten de lleno en la faena cual Manolete y compran a sus hijos un móvil, tableta, ordenador?, mejor incluso que el que ellos tienen, dotándolos de cuantos megas necesiten para brillar en la arena digital de plazas portátiles de pueblo y los avezados tiranos, sonríen con desprecio a los que llevan en su bolsillo un teléfono pasado de moda, que era lo más "in" en mayo, pero que ahora en agosto ha devenido en chatarra digital.

Entre la negativa y la desfachatez nos situamos la inmensa mayoría, aunque no por ser más numerosos llevamos razón; en estas lides no hay democracia que valga. Pero a torear se aprende toreando, ¿verdad maestro? Dicen los entendidos del toreo que el miedo delante del astado no se va nunca y es precisamente esa cautela la que te puede salvar de una cornada mortal.

Queda dicho, suerte y al toro.