Privar a uno, con abuso de su confianza o con infidelidad a las obligaciones propias, de lo que le toca en derecho es una definición de defraudar. Si usted lo ha hecho con su asistente es por lo tanto un defraudador. Gústele o no le gusta a usted y a su jefe Pablo que según ambos fue envidiable pero que para todo el demás común de los mortales, gente que suele andar dentro de la ley y que paga sus impuestos es simplemente patético, más bien propio de persona muy poco escrupulosa con el sentido del deber. Aprovechado y sinvergüenza. Para un político que ha poco empezó a andar no está nada mal. Como el chiste del gitano, buenos principios adornan y embellecen a la nueva casta. Malvenida sea.

Me solía decir mi abuela que la cara es el espejo del alma. Y lo creo a pie juntillas al ver su cara exenta de rubor alguno, dando explicaciones de un fraude de ley, adornada con el sudor robado sin escrúpulo alguno ni dolor de conciencia ninguno a un necesitado, a una buena gente, a un auténtico jornalero.

También solía decirme mi abuela que lo robado nunca luce y de ejemplos está el mundo lleno. Al tiempo. De verdad que le compadezco, y perdóneme, pero tanto como persona como político es usted digno de lástima y compasión. También lo sabe cualquier psiquiatra de primer año. Y ni yo ni ese asistente le tenemos culpa alguna.

Si fuera de los suyos quizás le diría que le aproveche o que es una campaña de la facha derechona, pero como gracias a Dios no lo soy le digo simplemente esto, que es lo que siento.

Reciba, eso sí señor Echenique, la más pequeña muestra de mi conmiseración y piedad a la que se hace acreedor.