El Papa Francisco nos recordaba el domingo 17 de julio el deber que tenemos de hospitalidad para con el prójimo. Recuerdo que la hospitalidad es una virtud humana y cristiana que en el mundo de hoy, sin embargo, está en riesgo de ser descuidada.

Vemos cómo se multiplican las formas de enfermedad, de soledad, de marginación; se multiplican los hogares de ancianos, especialmente en aquellos lugares del mundo como el nuestro, Occidente, que tienen el rostro de una sociedad envejecida, y, sin embargo, no se multiplica la acogida y la verdadera hospitalidad. Si esto verdaderamente es así con los que más cerca tenemos, cuánto más no se va a producir con el que es extraño y extranjero. En tiempos de incertidumbre y temor, la actitud de recelo hacia el que es distinto es un grave riesgo que no podemos permitirnos.