El pasado 16 de abril, el papa Francisco realizó un breve pero intenso viaje a la isla griega de Lesbos. Allí viven unos 3.000 seres humanos que han tenido que abandonar sus hogares, sus países de origen, huyendo del terrorismo islamista. Estamos ante la mayor crisis humanitaria tras la II Guerra Mundial, que nos obligar a reflexionar sobre el papel de una Unión Europea indiferente, de una Europa, cuna de los derechos humanos, que solo ha celebrado inútiles cumbres y le ha dado millones de euros a Turquía, tratando a los refugiados como mercancía.

Una vez más el papa Francisco, enarbolando la bandera de la defensa de la dignidad humana ha dado una bofetada moral a una Europa que ha fracasado estrepitosamente en la gestión de esta crisis humanitaria. No sería humano no estremecerse viendo las imágenes de ese "viaje triste" del pontífice. Miles de seres humanos están llamando a nuestras puertas, muriendo en nuestras costas y nos escandalizamos ante la inacción de una Europa donde no hay la suficiente unión, ni existe la unión de los valores de la vieja Europa.

Europa tiene que poner en práctica la solidaridad (generosidad y justicia) mediante estrategias de gestión bien coordinadas, y por supuesto combatir las mafias que han convertido el mar en un cementerio.

Solo una Unión Europea más solidaria y honesta puede convertirse en la Europa de la Esperanza. No es tolerable que la UE se cruce de brazos ante la injusticia aterradora que está asolando al mundo. El papa ha mirado con misericordia cada uno de esos rostros que sienten dolor y solo piden sobrevivir y ser acogidos, mientras sus egoístas gobernantes están ocupados en encuestas electorales y en la economía."Vuelve a encontrarte. Sé tú misma (?) Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes", San Juan Pablo II.