Me sucedió en la última Seminci de Valladolid, al acudir a ver un film "Sonata per a violoncell" encajado en la sección de "Spanish Cinema": en el inicio, con los títulos de crédito, aparecen como entidades colaboradoras la Generalitat de Cataluña y TV3, canal televisivo público y muy utilizado políticamente por la primera. De inmediato se me produce una reacción cerebral: estando patrocinada la "peli" por quién lo está, me temo que sea una exaltación catalanista y, por supuesto, hablada en catalán. En efecto, está subtitulada en castellano, mi mente sigue trabajando, un poco ajena a lo que discurre en la pantalla, pero reacciona en sentido autocrítico: es absurdo que me sienta molesto por ver una producción catalana en catalán, es irracional, pienso.

Trato de centrarme en las imágenes, pero la imaginación va a su aire e irrumpe una y otra vez, y me viene a la mente: si yo me sintiera catalán de adopción -según mi DNI tendría derecho a la doble nacionalidad, pero no por sangre y aquello de que "se es de donde se pace, no de donde se nace", lo que tampoco llevo con especial orgullo-, sin duda que me habría hecho nacionalista al día siguiente del fallo del Tribunal Constitucional contra el Estatut d'Autonomía aprobado legalmente en todos los ámbitos previstos por la Constitución y rechazado por el PP por motivos electoralistas, de partido -por ello no pueden ejercer de bomberos quienes fueron los que prendieron la mecha incendiaria-, en contra de lo que el sentido común y la convivencia en este país aconsejaban.

No lo olvide el "pueblo sabio".

Tranquilizado mi espíritu racionalista me centro en el objetivo previsto y disfruto de un film encomiable, agradable de ver y que recomiendo a cualquiera, siempre que nuestras salas comerciales se dignen proyectarlo. Pero, al acabar, algo ronda por mi cabeza inquieta: si yo he reaccionado así, otros muchos pueden hacerlo también, pero quedándose solo en la parte inicial, y ahí surge un conflicto de sentimientos que cuando prevalecen no hay lugar para la razón. Entonces, qué podemos hacer... Todo o nada.

Mi deseo es llegar a un acuerdo político equilibrado y generoso, sobre todo por parte del resto de España, esperando que los dioses nos sean propicios el 20-D para lograrlo.