Con el afán de hacer deporte en un lugar saludable y, además, hermosísimo como es Castrelos, acudo 3 o 4 días por semana a correr por este parque. La verdad es que es un marco incomparable y siempre que me preguntan si voy a algún gimnasio siempre contesto que teniendo un sitio como Castrelos, ¿para qué voy a ir a uno de aquellos?

Pero lo cierto es que cada mañana que voy al parque, siempre a mediodía, me encuentro con un ejército de operarios que están haciendo labores de mantenimiento. Normalmente hay dentro del recinto al menos dos camiones grandes con los motores a plena potencia, un par de tractores y, como mínimo, cinco trabajadores con una especie de aspiradoras a toda pastilla. El ambiente a veces es totalmente irrespirable con un olor a gasóleo que apesta. La contaminación acústica es tremenda, también por el ruido que ocasionan las dichosas máquinas.

Es el caso de aquel que se murió porque, estando bien, se tomaba pastillas para todo porque quería estar mejor y, claro, los medicamentos acabaron con él. A Castrelos le sucede lo mismo, tanto afán por tenerlo bien lo intoxica diariamente y, claro, también a los que allí acudimos.

En el siglo XXI, los pensantes que nos gobiernan deberían buscar otra forma de limpieza, maquinaria eléctrica por ejemplo... En fin, hay además un parque infantil que sufre los mismos problemas.

En estas circunstancias aconsejo a los que practican deporte que vayan al gimnasio: allí seguro el ambiente es mucho más saludable.