¿Qué veterano no echa de menos a un humorista de la talla de Miguel Gil, aquel que estuvo preso junto a Miguel Hernández? Seguro que cada uno aprendió del otro: la poesía, que luego fue canción, hecha por el amigo de Sitjé, y el humor de aquel hombre que nació al fin, porque en su guión, en tal trance, situaba a la parturienta fuera de casa?Entonces se paría en casa,y volveremos a las mismas si persisten los problemas del hospital Álvaro Cunqueiro.

Algún episodio demostraba que a veces la realidad supera la ficción: Gila estuvo a punto de ser fusilado durante la guerra? ¡pero como los del pelotón estaban borrachos! Cuantas borracheras deseadas habrá en el corazón de muchos españoles, porque los que iban a fusilar a un ser querido no estaban beodos.

A Gila le encantaba Barcelona, como su Argentina que este español quería hasta la raíz, actuó mucho tiempo en las tierras de Carlitos Gardel. Me temo que mas por razones políticas que artísticas, aunque lo cierto es que al otro lado del charco, Miguel Gila tenía éxitos antológicos, igual que en España. Tuvo una carrera humorística brillante y se le echa de menos cuando salen al escenario algunos monologuistas que aburren a las ovejas, aunque hay también unos pocos buenos. Como Gila,que es término de comparación porque el no solo hablaba, sino dibujaba, y lo hacia con mucha gracia.

No topé con Gila en el 61, cuando yo era asiduo a una cervecería del entorno de Radio Madrid, a la que iban a tomar el aperitivo una tropa de humoristas, casi todos de La Codorniz. Me había presentado a algunos José Luis Dávila, gran caricaturista, mi colega de "pupitre" en el diario Informaciones , desde el verano de 1961 a finales de enero de 1962, cuando me vine a la redacción de Faro de Vigo, en la época de Manuel Cerezales de director, cuando todavía tenia relación con su esposa, la novelista de "Nada", Carmen Laforet. Por entonces, acompañaba a Sánchez Polack, Tip, en la caminata hasta la calle Ayala, donde estaba La Voz de Madrid, y por el camino me sorprendió con una humorada: anunció que en el primer establecimiento que apareciera, pediría una copa de coñac. ¡Lo hizo en una farmacia y se la sirvió el mancebo! Tip me juró que no había truco? y yo me lo creí,no sé si por ingenuidad, era todo tan natural.

Ahora, otro humorista de talla, Boadella, "huido" de Cataluña, por la intolerancia mas, si mas intolerante y suicida. El humorista ha dicho algo sobre la posible utilización de cañones en el conflicto, que es lo que querrían algunos. Gila sacaría primero, como en el Oeste,y con su cañón sin agujero y sin bombas, dispararía sobre los independentistas hasta verlos caidos por los suelos de risa. Los catalanes saben sonreir, pero ¿sonrien acaso los catalanes independentistas? No los he visto nunca con los ojos llenos de lágrimas por la risa. Será que también eso se lo hemos "robado" los españoles. ¿Nos entregamos?, yo no, desde luego.