Quinientos es menos que seiscientos y, también, es la cuarta parte de dos mil. Pero, ¿dos mil es mucho o poco? Todo depende de lo que signifique para cada uno de nosotros. Por desgracia dos mil hectáreas esfumándose en la lejanía de un televisor que nos evita el olor del humo y la dificultad para respirar en medio de un paisaje apocalíptico, es poco, muy poco, tan poco que ya son mil hectáreas más en la cuenta de ese devastador incendio en Ourense. Estoy casi convencido que la génesis de estos desastres naturales surgen de nuestra desafección por nuestra consabida mala educación matemática; o al menos eso nos dicen siempre desde los centros de erudición europeos. En cualquier caso, ¿quién recuerda que una hectárea viene a ser una superficie de cien metros de largo por cien de ancho? Estoy convencido que pocos, porque hay otros terrenos de dimensiones similares (noventa metros de ancho por ciento veinte de largo) que siempre lucen impolutamente verdes, en todo los lugares del planeta: pobres, ricos, con agua, sin agua. Protegidos con la pasión de miles de aficionados. Entonces, ¿por qué no somos capaces de preservar el legado de nuestros nietos e hijos? No solo somos ignorantes a las precisas matemáticas, sino a los efectos que producen: los intereses políticos, inmobiliarios, económicos; las venganzas, los pirómanos? En cada nuevo incendio que no solo privará a las personas que lo viven en primera instancia, del color verde de una hectárea, nos privará, cada vez de menos fauna, menos árboles que contrarresten los efectos de nuestros coches y fábricas, hasta que un día cercano paseemos por parajes yermos, donde ya nadie vivirá, explicándoles a nuestros nietos, con algún sistema digital en mano, como eran aquellos cien metros de ancho por cien de largo, y como permitimos que fuese arrasado mientras dirigíamos nuestras miradas al lado contrario de donde venía aquella columna de humo. Confío en algún día poder decir que "vivir como galegos" es mucho más que las verbenas de verano aderezadas con el ineludible olor de los montes quemados.