Leída la carta de una señora o señorita (Pola nosa lingua) cuyo nombre no recuerdo, publicada en este periódico (4/02/2015) me adhiero, casi con violencia, a su propuesta de protección, promoción y si fuera necesario, que lo es, imposición de la lengua gallega en todos los ámbitos de la vida de cada día dentro de las fronteras nacionales de Galicia y parte de Extremadura.

Modestamente, en previsión de más atinadas propuestas, animo a que manuales de uso (abundoso y cada vez mayor) de consoladores y muñecas hinchables se redacten en gallego.

También las instrucciones para consumo de Viagra y preservativos deberían venir en nuestra lengua, opino. Pero, sobre todo, poderes públicos, sindicatos y asociaciones empresariales deberían fomentar el porno en gallego -que es, sin duda alguna, el entretenimiento más visto y escuchado, todas las clases sociales confundidas- habilitando una o dos cadenas de televisión autonómicas a tal fin.

Asimismo, comparto con la señora o señorita cuyo nombre no recuerdo -y con el 100% de gallegos y gallegas que no me estarán leyendo- la enorme pena que produce el desuso de palabras como renarte, gume, lisgaira, solermiño, vagarento, raigaña, cavorco, manizo, monllo, vertolán, velaíño, cascuda, devezo, vegada, abrótega, cerneiro, besbello, pucharca, estralampa, guízaro, duira, ceifa, semeada, corga, xangal, latricando, témero, degoro, naipelo, demoucho.

Es evidente que la Humanidad no podrá reponerse de semejante pérdida cultural. Galicia, sí: pero es que somos lo que no hay.

Tampoco se sobrepuso España al dejar de utilizar: brigola, adarga, azuela, brincia, asequi, álula, conana, coscarse, desembojadera, diapreado, escamondar, facecia, fufurufo, fúlica, horcón, hormilla, hornabeque, ingrido, noesis, noctiluca, olifante, olambrilla, randera. Etc.

A lo que íbamos. En la manifestación de "Queremos galego" seré el de la banderola ¡Porno en galego: máis, máis!