No nos gusta el panorama, no nos gusta la manera de entender el mundo que tienen algunos con respecto a la solidaridad. Me refiero a la falta de empatía que parte, una buena parte de la sociedad, tiene con los colectivos más desfavorecidos. Se me rompe el alma cada vez que veo a un inmigrante pedir limosna a la puerta de cualquier farmacia o una panadería. Debieron sufrir muchísimo en su país de origen, pues no es grato venir a un país extraño a pedir para pagar el alquiler de una habitación de una mísera casa de huéspedes. Hambrunas, enfermedades, guerras étnicas son la causa de estos movimientos migratorios que producen inquietud y estupor en el país acogedor.

Quisiera desde estas líneas hacer un manifiesto en favor de la más absoluta empatía con las personas en riesgo de exclusión social, llámense inmigrantes como enfermos mentales, que son más víctimas que verdugos, así como prostitutas o personas de etnia gitana. También mujeres víctimas de malos tratos.

De hecho, esta ciudad de Vigo es acogedora, pero también muy fría con las personas que tienen problemas. Todos tenemos algún tipo de problema y vemos que en los Servicios Sociales o Cáritas la demanda de estos servicios cada vez es mayor. Algo está pasando, un nuevo modelo de mundo se avecina, las nuevas tecnologías han mudado la manera de entender€ la globalización, la crisis de los mercados, hay un nuevo hombre, un home economicus que se abre paso implacable con botas de punta de acero hacia un horizonte cada vez más fragmentado. Este nuevo hombre no tiene fin en su codicia, en su visión económica; puede hacernos sufrir a todos sin que le tiemble la mano a la hora de apretarnos las clavijas con recortes y demás.

Quería manifestarme por una sociedad más justa, más colaboradora, más social, donde todos tengamos nuestro pan cada día, donde podamos autorrealizarnos y para conseguir una sociedad más libre y más fraterna.