El comunicado de la renuncia de Benedicto XVI ha sorprendido a propios y a extraños. Después del impacto y asimilada la noticia, los católicos no podemos sino agradecer al Papa todo lo que le ha dado a la Iglesia. Han sido solo ocho años, pero de una actividad teológica y pastoral muy intensa: viajes, cartas, homilías, constituciones apostólicas, encíclicas, mensajes, libros, estudio y sobre todo oración.

Los pocos años que hemos tenido a Benedicto XVI me ha sorprendido la gran humildad que ha demostrado, al llevar a cabo su labor discretamente, sin hacerse notar, con la paz que da saberse en amistad con Dios, escuchando y comprendiendo, reconociéndose "el barrendero de Dios", al hacerse cargo del Pontificado y más tarde renunciando al mismo.

Desconocemos los motivos más profundos que le han llevado a tomar esta decisión, pero sean cuales fueran, todo será para bien de la Iglesia, y desde donde esté seguirá sirviendo al catolicismo, a pesar de la manifiesta satisfacción con que los tradicionales enemigos de la Iglesia han recibido la noticia de la renuncia, ignorando, quizás, que la Iglesia es divina, cuya cabeza es Jesucristo y que la Iglesia permanecerá hasta el fin de los tiempos.

Con el corazón encogido, por la pena que supone que nos deje una gran persona y mejor dirigente, le despedimos y agradecemos su entera dedicación y pedimos a Dios que el próximo Papa sea tan santo como sus últimos predecesores.