El oro de las Indias, aquel maná que parecía regalado por la Providencia a su pueblo escogido español para dominar y llevar al mundo a su salvación, acabó siendo su ruina. Porque ese oro, "el nervio de las guerras", fue empleado para destruir las libertades en España y en gran parte de Europa, con innumerables sufrimientos y divisiones que aún parcialmente perduran.

Los españoles se convirtieron en guerreros profesionales, agresivos conquistadores de América y Europa y perdieron en gran parte las artes de cultivar la tierra heredadas de los árabes y las industrias artesanales tradicionales, comprando masivamente con ese oro en el extranjero y erosionando y destruyendo sus tierras con malos cultivos y tala de bosques para construir buques para aventuras externas. Su oro de Indias terminó en otras regiones de Europa, que incrementaron sus industrias y riquezas, mientras España iba sumiéndose en el más triste subdesarrollo.

La historia se repite, y hoy día, el oro negro, el petróleo, muy abundante en regiones que por sus condiciones geológicas han sido inaptas para la agricultura y la civilización urbana, creadoras de una sociedad más estructurada y laboriosa, ha desestructurado los mismos sistemas arcaicos, incluso semi-nómadas, ahí existentes (Arabia Saudita, Libia, etcétera). Los antiguos jeques, enriquecidos, han emprendido campañas de conquista física o espiritual, fundamentalista, del mundo. Sus retrógradas cruzadas no habrían hecho mucho daño si no hubieran coincidido con las de otros fundamentalistas estadounidenses, empeñados en la misma labor de conquistar el mundo a su versión cristiana y política. Son bien conocidas las simpatías y conexión comerciales que incluyen por un lado el mismo clan de los Bin Laden y por otro al de los Bush.

Los cruzados americanos del "destino manifiesto" han visto peligrar su predominio mundial ante países emergentes como China o la India, inmunes a su política de cañoneras o bombarderos, por lo que están intentando por cualquier medio controlar el petróleo del Medio Oriente para chantajear al mundo entero.

Unos y otros señores del petróleo, feudales de Oriente y neofeudales o "neocons" de Occidente, se reúnen ahora en Madrid para perfeccionar y perpetuar su dominio y hundirnos en ese, por su perversa utilización, nunca mejor adjetivado como "excremento del diablo", amenaza que ya denunciara en los setenta nada menos que el mismo fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el entonces ministro venezolano Pérez Alfonzo.