Soy una vecina de Gondomar de las "de toda la vida" y para que nadie se lleve a engaño quiero aclarar mi condición de católica practicante, eso sí, con profundas convicciones democráticas. En consecuencia, respeto a los que piensan o creen diferente a mí y también acepto en positivo otros valores universales que no son patrimonio exclusivo de ninguna Iglesia. Creo en el carácter íntimo de la fe, aunque yo misma participe de manifestaciones religiosas como las procesiones y, sobre todo creo en la separación que debe haber entre las cosas de Dios y las del César, por eso nunca entendí la presencia de los alcaldes en las procesiones, antes bajo palio y con la camisa del Movimiento, y ahora con corbata y bastón de mando.

Pues bien, el motivo de mi carta es para agradecerle al Sr. Alcalde de Gondomar, D. Antonio Araújo, la magnífica lección de respeto y coherencia que nos dio a todos no asistiendo a la procesión del Corpus de Gondomar. Respeto hacia los creyentes que como yo entendemos la religión de otra forma, y respeto por los que tienen otras creencias o, simplemente, no las tienen. Esta actitud tiene si cabe más valor toda vez que nuestro Alcalde tuvo un comportamiento exquisito y de colaboración total con los organizadores de las alfombras, algo nunca visto en Gondomar. Y aunque tengo que reconocer que me hubiese gustado verlo en la fila de los creyentes como uno más, respeto su opción personal e íntima como ya he dicho. En todo caso gracias. Actitudes como la suya demuestran que no todos los políticos son iguales y también la grandeza de la democracia.