Pese al título, hay más de "El proceso "de Kafka que de Flaubert en esta historia sobre una mujer que dedica su vida a echar un pulso dramático y a la vez no exento de humor a una anquilosada burocracia. No busca amantes, sino justicia y desmontar la fama de adúltera que le atribuye su exmarido tras un divorcio de conveniencia que el sistema judicial chino bendice como verdadero. La profunda belleza interior y exterior de la obra, realzada por el peculiar formato del metraje (circular para el campo, cuadrado para Beijing...) son motivos que justifican la Concha de Oro a la mejor película en San Sebastián, a la par que la de Plata a la mejor actriz. Una obsesión que hipnotiza.