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Portada de "El ala rota".

Altarriba recupera la memoria de su madre

Con "El arte de volar" (de Ponent, 2009) Antonio Altarriba y Kim reivindicaron una vida, la del padre de Altarriba, que fue testigo y víctima del azaroso siglo pasado. Una vida en una España que ha sido, durante esos años, muchas cosas diferentes. Cuenta el escritor que en una ocasión fue preguntado por su madre, mientras presentaba con Kim este libro. La pregunta germinó en el ánimo de ambos creadores en forma de una nueva necesidad creativa, que es "El ala rota", reivindicación de la figura materna del guionista.

Si en "El arte de volar" el lector sentía que estaba siendo testigo de los azarosos sucesos de un país a través de la vida del protagonista, "El ala rota" (Norma) se revela antes como un descubrimiento personal, la posibilidad de empatizar con Petra, la madre que en cierto grado era relegada a secundario en el anterior libro. Y sin embargo su personalidad es pura intrahistoria de este país, quizá a través de esta lectura, más íntima, menos agria, impregnada de amor inevitablemente, apreciamos o recordamos mejor, va por edades, aquellos años y hechos.

Es fascinante el mimo con el que se caracteriza a los personajes, a todos, aunque claro, especialmente a Petra. Y es una vez más encomiable el trabajo de pura y deliciosa artesanía de Kim, autor a considerar uno de los historietistas vivos más importantes, por trayectoria y por los resultados de este nuevo tour de force.

Nuestras madres o abuelas tienen un nítido eco en "El ala rota", en Petra se refleja una España que ya no va a repetirse, crecida en un sistema político represivo ultrarreligioso y en un marco de pobreza general. Ello es constatado pero sin revanchas u opiniones. Los hechos, el marco, son los que son. Y en ellos nació y vivió una mujer increíble, como tantas otras. Pocos tienen la fortuna de lograr hacer de esas vidas anónimas arte para la posteridad.

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