Bunbury se despide y ya lo echamos de menos. Lo extrañamos, aunque podamos seguir escuchando sus canciones en bucle, porque estas saben mejor en directo, incluso en un escenario tan frío como el Palacio de Congresos de Santiago, que acogió su último concierto en Galicia el pasado día 11 antes de tomarse un respiro sin fecha de conclusión.
La sesión arrancó un tanto gélida con "Despierta", la apertura del disco "Palosanto" que venía a presentar, si bien incluyó temas de siempre para que el público pudiese tararear himnos generacionales de su adolescencia, cuando todo estaba al alcance de un abrazo, canciones que les recordaron las cicatrices de la vida como una arrebatada "Ódiame", una versión excepcional de "Deshacer el mundo" o la triste "Frente a frente", posiblemente uno de los temas más desoladores de su repertorio, en el que incluye siempre su visión hacia Latinoamérica para dejar clara su condición de ciudadano del mundo.
Poco a poco el ambiente se calentó. Enrique Ortiz, si nombre real, demostró que ha copiado estilos, que no oculta la querencia por Morrison, Bowie o los mariachis, pero también que sabe tocar la tecla con que conectar con sus fieles. Cayeron "Porque las cosas cambian", "El extranjero", "Lady Blue" o "Que tengas suertecita" durante las dos horas y media de concierto, que se cerró con la invitación a superar los malos momentos y a mirar hacia delante que supone "El viento a favor".
La mayor parte del público -unas 800 personas- se marchó contenta de disfrutar de Bunbury, incluso en un escenario más propio de un espectáculo teatral que de un concierto. La gente quería letras y melodías y las tuvo. Él ya lo dejó claro: "La música me abre secretos que ahora están dentro de mí, al final, después de todo, no somos tan distintos".
