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Gallegos en la cima

Jesús Arenas: "Lo malo de las vacunas es su eficacia, ya no vemos la enfermedad"

El microbiólogo vilagarciano trabaja en una nueva fórmula contra la tosferina en Utrecht

Jesús Arenas: "Lo malo de las vacunas es su eficacia, ya no vemos la enfermedad"

En plena polémica por la administración de la vacuna contra la meningitis B, la muerte de un bebé y la escasez de inmunizaciones contra la tosferina ha devuelto esta enfermedad a los titulares. Lo cierto es que Europa vive un repunte de casos por la disminución del efecto protector de la actual fórmula y las compañías buscan una nueva patente. El microbiólogo Jesús Arenas (Vilagarcía, 1975) trabaja con una farmacéutica en el desarrollo de una nueva vacuna sobre la que no puede ofrecer más datos por cuestiones de confidencialidad.

El investigador lidera en la Universidad de Utrecht un equipo de 12 personas dentro del grupo de Jan Tommassen, "una eminencia científica", y está especializado en el estudio de las bacterias patógenas que causan enfermedades infecciosas -meningitis y tosferina, principalmente-. Sus estudios tratan de entender por qué estos microorganismos solo pueden vivir en humanos y cómo son capaces de alterar sus estrategias con los años para hacerse resistentes frente a las vacunas. Y todo este nuevo conocimiento lo aplica al desarrollo de nuevas patentes en colaboración con empresas como GSK, una de las mayores farmacéuticas del mundo.

Actualmente colaboran con Intravacc, una compañía que actúa como mediadora entre los grupos de investigación y las grandes empresas, para avanzar hacia una nueva vacuna contra la bacteria Neisseria meningitidis: "El problema es que es un microorganismo muy variable y sensible. Hay vacunas muy efectivas pero, en el caso de la meningitis B, la membrana externa de las bacterias es parecida a otra estructura humana y el sistema inmunológico no es capaz de responder. Nosotros estamos intentando utilizar otras estructuras".

Aunque admite que la nueva vacuna de Novartis contra la meningitis B que ya está disponible en las farmacias españolas tras la presión social generada es "efectiva contra el 80% de las cepas", Jesús advierte que todavía no se dispone de toda la información necesaria. "Tengo niños pequeños y entiendo las dos posiciones. Excepto Reino Unido, que tiene un número de casos mayor, casi ningún país la ha comprado para introducirla en su calendario porque no hay suficientes datos y puede ser válida en una región pero no en otra. Un estudio exhaustivo ahorraría mucho dinero a los padres y al Estado", propone.

Reconoce que la misma "diversidad de pensamiento" que hace avanzar a los científicos puede causar confusión en la sociedad, pero dice desconocer por qué cada cierto tiempo surge el debate en torno a los beneficios de las vacunas. "Lo malo que tienen es su eficacia. Ya no vemos la enfermedad ni sus efectos pero sin ellas tendríamos problemas que hoy son parte del pasado", defiende.

Jesús llegó a Holanda en 2006, tras defender su tesis en Santiago, para trabajar en el Instituto Nacional de Vacunas (NVI) y, después de un año, en la Universidad de Utrecht. Estaba a punto de aceptar una oferta de Noruega cuando le surgió la oportunidad de incorporarse a principios de 2008 al grupo de Tommassen, donde ha ido abriendo nuevas líneas de investigación.

Muchos de los estudiantes que tutela son compatriotas que viven el mismo choque que él experimentó en su día, tanto cultural como educativo: "La diferencia es abismal. Yo estudié en la carrera los nombres en latín de los pájaros y los peces, aquí los alumnos ni los conocen ni les importa pero llegan al laboratorio y son independientes y capaces de llevar un proyecto. El grupo se beneficia y ellos también. En cambio, los españoles no tienen ninguna experiencia práctica y están perdidos".

"No se trata de nuestra genética, sino de la educación recibida. Y nada ha cambiado. Lo alumnos copian y devuelven en un examen lo dictado. Les falta un pensamiento crítico y cuando llegan aquí yo les cambio totalmente el chip. Tienen que espabilarse y no les doy soluciones, les digo que las busquen y que después las discutiremos. Soy un malvado y los dos primeros meses son muy duros, pero después valoran la oportunidad y no se quieren ir", bromea.

Cambian su forma de trabajar aunque no las buenas costumbres. "Aquí la jornada es continua y todos comen juntos. Los holandeses miran con envidia el tupper que se traen de casa los españoles mientras ellos se conforman con el bocadillo untado de mantequilla", revela entre risas.

Diferencias culturales aparte, Holanda es un país que tiene claro que "si tienes conocimiento puedes resolver tus problemas y no tienes que comprárselo a otros", por lo que la investigación no solo se nutre de fondos públicos sino también de las empresas. "Son muy buenos en el aprovechamiento de recursos. En España se peca de tener instrumentos repetidos porque no hay política de compartir, aquí la cultura es abierta porque al fin y al cabo están pagados por los holandeses", destaca.

En su caso, formar parte de este sistema avanzado tiene un gran coste personal, pues su mujer y sus hijos viven en Galicia. "Mi padre fue emigrante y lo veíamos cada 6 o 9 meses. Nosotros hablamos cada día y todos los meses nos reunimos aquí o allí, pero evidentemente no es lo ideal. Siempre decidí quedarme un poco más porque las posibilidades para volver no me convencían pero quiero regresar y llevarme esta cultura de trabajo y mis relaciones con empresas y grupos de todo el mundo para generar economía en Galicia", expresa.

Su intención es contribuir a engrasar la "cadena" del I+D en España: "La ciencia supone el compromiso de todos. Del Estado, de las empresas, de los investigadores y de los ciudadanos. Así es como progresa una sociedad".

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