Sin ánimo de hacer publicidad a TV, reconozco que hace unos días vi un documental en La 2 que me impresionó y que merece la pena ser comentado ya que todavía su mensaje ha dejado huella en mi cerebro.

Está basado en una tradición andina muy linda sobre el "cóndor" y en la importancia que tiene esta hermosa ave para la aldea de esa otra parte del continente tan hermosa, con unos acantilados y paisajes paradisíacos.

La captura del cóndor la hacían entre varios hombres cazadores de la aldea. Observaban primero el descenso por los impresionantes acantilados hasta que cansada y aturdida por el ruido de voces que los hombres hacían intencionadamente, ésta se posaba en el valle desconcertada y los hombres rápidamente, a sabiendas que remontar el vuelo del cóndor sería más tardío por la dificultosa altitud, la atraparon por las alas recordando al ave Fénix suprema, diosa de los dioses.

Según la tradición andina la bautizarían y la respetarían por haberles visitado y aparecido en su aldea. Símbolo de buena suerte, que lo corresponderían con sumos cuidados en su alimento y en su supervivencia no pudiéndole ocurrir nada malo para no ser traspasado a la aldea. Numerosos ritos, fiestas de bienvenida y, cómo no, proyectar en el animal una imagen insólita, montada y atada en el lomo de un toro para ser toreados juntos por los arriesgados hombres, que se enfrentaban ante el animal como al minotauro, sólo por la bella presencia de que los hombres pudiesen admirar un toro con alas de cóndor.

Después de un tiempo con juegos, hechizos, ritos, inciensos, risas, bailes, cantos, se debe dejar libre al animal, imagino que alucinado de tanta solemnidad y presentes para él que despistado descendía un día la montaña y se encontraba con tal sorpresa de los hombres que le proclamaron dios del bien, del cielo, de ese cielo tan azul como nos recordaban "Simon and Garfunkel": "El cóndor de los Andes despertó y bajó al río azul para beber...". Bello tema de este dúo maravilloso de los sesenta.

Pues que los dioses acojan a todos de esta manera tan peculiar y bella en ese cielo andino y con esas gentes tan suyas y pintorescas que nos enseñan una rica cultura de una civilización que todavía comenzamos a aceptarla como también nuestra.

Begoña Saura - Vigo