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Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La conexión

Dicen, la mayoría de los que lo hacen o hicieron, que el aspecto más difícil de la política es gobernar. Y -añaden- que eso ocurre de forma singular en España, donde ese oficio no es sólo el arte de lo posible sino a veces de lo imposible, al menos a la hora de llegar a acuerdos y firmar pactos entre fuerzas diferentes porque parece que el sentido de Estado -al menos desde la Transición- es más bien escaso. Por eso cuestan tanto y habitualmente "salen" raros y dogma, pero con asiento y ejemplos existen bastantes como para considerarlos sorprendentes cuando no paradójicos.

Mucho de ambas -sorpresas y paradoja- existirían en el que ahora se rumorea entre el Gobierno central y la Generalitat catalana para resolver el grave problema planteado por los impulsos independentistas de varios partidos. Sorpresa porque hasta ahora no ha habido indicios de acercamiento de las partes. Y paradoja por el supuesto contenido básico del pacto, inversiones a cambio de aceptar, tras el postureo correspondiente, que el referéndum exigido es ilegal y dejarlo para cuando alguna reforma constitucional permita salvarlo del armario.

Siempre según los rumores -que como decía un conocido periodista son "la antesala de la noticia"-, el posible acuerdo descartaría la "desconexión" para basarse en una "conexión" estrecha, porque comunicaría mejor a Cataluña con el resto de España. Sobre todo a través de las grandes obras públicas y una enorme inversión para construir el Eje Mediterráneo de alta velocidad ferroviaria, mejoras en autopistas y autovías actuales y de nueva construcción y varios "retoques políticos", incluida quizá la retirada del recurso contra el Estatuto.

Si fuere así, el precio sería enorme y a pagar por todos los españoles, que es modo de resolver conflictos que sienta precedente y podría desencadenar otros problemas. Sobre todo en las comunidades que precisan de antiguo más inversión, negada en nombre de la solidaridad. O tienen cuestiones pendientes con la Administración central, como por ejemplo Galicia, y ya no sólo por lo del AVE de nuevo retrasado sino en soluciones para sus planes de energía eólica o de cultivos acuícolas, entre otros tenidos aquí por estratégicamente claves para la economía gallega.

Y podría haber algo peor. La sensación, confirmada, de que a este antiguo Reino le falta peso político allí donde se resuelven los asuntos importantes; y lo que es peor, que la moderación -que no mansedumbre- política y electoral da menos resultado que la radicalidad o la rebeldía. Algo funesto para la convivencia ordenada en España: conviene no olvidarse, por quien corresponda, que los gallegos, cuando se cabrean, se cabrean de verdad. Y quien lo dude que se le pregunte a los ejércitos de Napoleón, verbigratia.

¿Eh??

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