La repercusión del consumo de combustibles fósiles en el cambio climático, por la excesiva aportación de dióxido de carbono a la atmósfera, ya no es una cuestión solamente de la comunidad científica sino que está siendo asumida por los responsables políticos de una gran mayoría de países en el mundo; en tal sentido los grandes países contaminantes como USA o China se han sumado a los acuerdos de París de finales del año pasado para combatir el cambio climático con la reducción de dos grados la temperatura general de la tierra en los próximos años lo que indica que debemos estar en el principio del fin de la utilización de la fuente energética más desarrollada del ser humano.

La transición ha comenzado, si bien los expertos auguran que esta será más lenta de lo necesario. Ya hay países muy avanzados en el mundo donde la práctica totalidad del consumo energético proviene de energías sostenibles, como la energía solar y eólica que ofrece ya no una alternativa sino la senda por donde todos caminaremos tarde o temprano, por ello estimo que lo relevante ya no es discutir si hay o no cambio climático, sino cómo se irá transformando la realidad y generalizando las nuevas fuentes energéticas.

El grado de implantación de las fuentes energéticas de origen fósil es total y su sustitución será uno de los problemas estructurales de mayor envergadura con la que se habrá enfrentado el ser humano a escala planetaria. No solamente existen intereses de los países productores con importantísimas y sofisticadas infraestructuras, sino que también hay un gran número de trabajadores vinculados a la extracción y distribución de la materia prima. También es muy significativa la industria transformadora de los productos petrolíferos con costosísimas instalaciones de refinerías, almacenamiento, oleoductos y sistemas de distribución. A la red de distribución minorista con centenares de miles de establecimientos en todo el mundo, con la ocupación correspondiente de otros tantos miles de trabajadores hay que sumar los millones de automóviles presentes en todas las carreteras y ciudades del mundo que quedarán inevitablemente obsoletos en unos escasos años.

Apremia el calcular el valor de los activos de todo tipo implicados en la cadena de valor energética ya que si se va induciendo el cambio inevitable es hora ya de ir realizando los cálculos del coste y cómo lo debemos asumir. En el modelo económico de la transición energética estará la clave de nuestro futuro.

*Economista