Lleva dos días durmiendo una hora por la noche y Milad dice que no espera que la cosa cambie la próxima. Sabe que apenas dormirá unos minutos, porque hacerlo junto a la carretera es horrible, todo se le "clava" y, además, la manta que rescató de su tienda antes de que ardiese no es suficiente para aplacar el frío y la humedad nocturna.

"Estaba en medio de la pelea cuando todo empezó", relata por teléfono. "La gente protestaba porque se llevaban a unas personas sin decir nada (el Gobierno griego explicó después que habían dado positivo por Covid). La policía cargó con gases lacrimógenos. Después todo ardió. Fue un infierno", explica Milad, nacido en Afganistán, que ahora, como el resto de los 13.000 refugiados del campo de Moria, el mayor de Europa, se ve obligado a vivir en medio de la nada, en la carretera, bloqueado y sin que nadie le deje moverse.

Allí falta de todo: aparte de distancia social, tampoco hay agua, alimentos, cobijo ni absolutamente nada que no sea un mar de gente, a la que no se le permite ir a ningún sitio. "Algunas ONG nos traen comida, pero no es suficiente. A otras la policía no les deja llegar hasta nosotros. No lo entiendo. No tenemos nada. Y los fascistas fueron el miércoles a Moria a quemar lo que había quedado en pie. Lo vi con mis propios ojos", asegura.

El Gobierno griego ya ha esbozado un plan de futuro para el campo devorado por las llamas: mandar más policía a la isla de Lesbos para controlar la situación y reconstruir el campamento para reconvertirlo en un campo cerrado del que los refugiados nunca puedan salir a menos que vayan a ser recolocados en otro lugar. Lo más parecido a una cárcel a cielo abierto o un centro de internamiento para Extranjeros. Muchos vecinos de Lesbos apoyan la idea de más refuerzos policiales, pero discrepan de abrir un nuevo campamento porque eso significaría que la presencia de refugiados y migrantes en la isla seguirá, se perpetuará.

Al principio de la crisis, en 2015, gran parte de los isleños ayudaron tanto como pudieron a los cientos de miles de personas que llegaban a Europa. Los rescataron del mar, les dieron cobijo y comida, pero ahora, en 2020, ya no quieren saber nada más del asunto. Cinco años sin ayuda ni solución han hecho que no quieran a más migrantes en sus tierras.

"Llevamos mucho tiempo insistiendo en que tendría que haber una descongestión masiva e inmediata de inmigrantes en la isla. No se pueden acomodar 13.000 personas en un espacio pensado solo para 2.800, como ha ocurrido en Moria", se queja Stratis Kytelis, alcalde de Mitilene, la mayor ciudad de Lesbos, que defiende el cierre definitivo del campamento.

De momento ha llegado a Lesbos el primer barco para albergar temporalmente a 1.000 refugiados de los 13.000 que se han quedado sin lugar donde dormir. El Gobierno prometió tres naves, lugares en los que, supuestamente, los migrantes deberán poder estar respetando el distanciamiento social. A los demás, dijo ayer el ministro de Migraciones griego, Notis Mitarakis, se les proporcionarán tiendas de campaña y mantas para pasar las siguientes noches. Mitarakis también confirmó que los 400 menores no acompañados que quedaban en Moria fueron evacuados de la isla griega.