Ansu Fati se hace mayor en el Barça

Hacia tiempo que el Barça no captaba talento andaluz. Entonces, Albert Puig, coordinador de la cantera azulgrana con Sandro Rosell de presidente, charló con German Vaya, Mani, uno de esos sabios anónimos del fútbol que han pasado toda su vida pateándose aquellos campos de tierra que ya no existen. “Mani, quiero los mejores de Andalucía”, le dijo Puig. “Pues han venido un par de hermanos de Guinea Bissau que son muy buenos. Pero rápidamente los ha fichado el Sevilla”, respondió Mani, atraído por la calidad de Braima, el mayor de los Fati era alevín, y el desparpajo de Ansu, el pequeño era benjamín.

Bajó Puig a Andalucía. Mani no se había equivocado. Braima era un centrocampista con estilo y Ansu, un delantero que ya “destacaba mucho”. Estaba el Madrid detrás de esa pareja de hermanos, mientras Mani, sigiloso él, tendía una relación de complicidad con Bori, el padre, a quien ayudaba en tiempos de penurias.

Entonces, contactó Puig con José Luis Pérez Mena, fundador y director de la Escuela Peloteros de Herrera, el pueblo sevillano donde vivían los Fati. “Mani me dijo que Bori tenía mucha relación con Custodio”, rememora el excoordinador del Barça. Custodio Moreno era el alcalde de ese pueblo de la Sierra Sur. Le planteó el proyecto que había diseñado el club para los dos hermanos, que estaban jugando con la camiseta con el Sevilla. Apretó el club andaluz para no dejar escapar a Braima y Ansu, pero Bori, el padre, tenía la decisión tomada.

El Sevilla exprimió los vericuetos legales. El Madrid, a través de Paco de Gracia, director de captación, no perdía ojo. Fue en vano porque los Fati habían elegido al Barça. “Nos vino bien que Ansu se quedara un año en Herrera después de que estuvieran tanto tiempo sin estar juntos. Bori solo podía ir en verano a África y después volvía a trabajar” recuerda Puig.

Ese año, Ansu jugaba con los Peloteros, disfrutando del reencuentro familiar, y subía para jugar vestido ya de azulgrana cada dos o tres meses, cuando había un torneo. Cuando se instaló en Barcelona, acompañado de su madre (Bori seguía trabajando con el camión en Herrera), conectó al instante con Take Kubo, otro “revoltoso”. Asombraron en su estreno en el Alevín A, que tenía, entre otros niños, a Eric García, central del City.

No estaba físicamente Bori, pero siempre estaba. Si había cualquier problema con sus hijos, ya fuera en la escuela o en La Masia, no dudaba en subirse a un tren desde Sevilla, un viaje de 12 horas para resolver la situación y rápido regresar al sur a trabajar. Los niños iban quemando etapas. Ansu, siempre fue un año por delante en todas las categorías. Del Alevín A (Serra) al Juvenil A (Valdés), a quien se lo quitaron de las manos. ¿El Barça B? Solo jugó un amistoso en la ciudad deportiva. Necesitado de delanteros, Valverde descubrió al instante lo que ya habían visto los técnicos de la casa.

El ojo de Mani, la gestión de Puig y el tacto educativo de los técnicos de la cantera azulgrana han dotado de método y formación académica a un talento salvaje. “Todo lo que tiene viene de la calle, de África”, sostiene Puig, con la autoridad que le proporciona haber trabajado en ese continente como director técnico de la federación de Gabón. “Ansu es talento puro, diversión, regates, gol, vertical... Hacía cosas diferentes. Nada mecanizado”.

Pero su llegada no fue nada sencilla. La sanción FIFA, una grave lesión de tibia y peroné (diciembre de 2015) y ver cómo a Braima el fútbol no le sonreía tanto le han endurecido más de lo que parece. Su hermano milita ahora en el Vitoria de Guimaraes B portugués tras viajar como cedido por el Santfeliuenc, Calahorra, Vilafranca...

No olvida Ansu cuando bajó al Infantil A para ayudar en un derbi con el Espanyol. Salió en ambulancia. Estuvo 10 meses de baja. “Se partió la tibia y luego tuvo muchas recaídas. Incluso en el Juvenil B. Lo pasó mal. No jugó algún partido porque le dolía”, lamenta Silva.

También recuerda Puig cuando tras hacer una trastada propia de la edad, lloraba a lágrima viva. Estaban al otro lado de la puerta del despacho del excoordinador de la cantera. Take y Ansu querían ablandarlo antes de cruzarla. “Son buena gente los dos. Ansu es un trozo de pan, pero luego en el campo es un pillo. Un caradura. Le da igual contra quien juega y dónde juega”, confiesa Puig desde Japón, donde es el técnico del Albirex Niigata.

“Yo alucino cuando lo veo jugar”, confiesa Denis Silva, su técnico en infantiles y juveniles, asombrado como todo el fútbol español, por la irrupción de un niño que hoy alcanzará la mayoría de edad jugando ante el Alavés. Tiene ya 18 años, pero lleva toda una vida jugando a fútbol como si fuera un adulto, sin dejarse impresionar por los elogios que recolecta desde aquel día en que Mani habló con Puig.