El Rápido de Bouzas no pudo obrar el milagro y ayer certificaba en el Baltasar Pujales su descenso de categoría. Fue una tarde negra para los jugadores boucenses, pues de todos los cálculos que había que hacer para llegar con vida a la última jornada del campeonato no se dio ninguna.

Consumado el descenso de categoría, ahora toca pensar en la nueva campaña en Tercera División y planificarla de la mejor manera posible para preparar una base sólida con la que volver a intentar recuperar la categoría. Tocará hacer un equipo nuevo, donde lo más complicado será retener a los jugadores que ascendieron hace dos temporadas al equipo a la División de Bronce y que hoy en día se han hecho un nombre en la categoría y podrían tener varias ofertas para cambiar de aires.

El partido de ayer en Bouzas se ajustó en parte al guion fijado de antemano, con un Real Madrid Castilla letal de medio campo hacia arriba, pero con muchas carencias en defensa. La diferencia no es otra que mientras a los rivales le cuesta mucho hacer gol y aprovechar alguna de esas oportunidades, los merengues no fallan cada vez que se acercan al área rival, tal y como le pasó le semana pasada en Valdebebas ante el Coruxo.

Si el Rápido se jugaba la vida, no era menos importante el partido para el cuadro merengue, pues una victoria los clasificaba para la próxima fase de ascenso a Segunda División. Una victoria los metía en la fase y esa necesidad se vio reflejada sobre el terreno de juego desde el pitido inicial.

El Real Madrid Castilla asumió el mando del encuentro ante un Rápido que trataba de jugar sus bazas a la contra, conocedor de los problemas defensivos del rival. Los vigueses buscaban la velocidad de las contras para meterle miedo a los madrileños, pero la situación era al revés, puesto que cada vez que los blancos llegaban a la frontal del área del Rápido la sensación de peligro era evidente. Su referente en ataque, Cristo, era una pesadilla para los defensores boucenses, que tenían muchos problemas para frenarlo. Aguantaron veinte minutos, justo el tiempo en el que el ariete madrileño aprovechó una de sus oportunidades para romper la igualdad en el marcador.

Fue un tanto que hizo daño en las filas aurinegras, ya que además tampoco llegaban buenas noticias de otros campos, a pesar de que en el banquillo no querían saber lo que sucedía en otros choques, pero la realidad estaba ahí.

A pesar de que el Rápido llegaba en alguna ocasión al área rival, la sensación era de que el Real Madrid Castilla se mostraba tremendamente peligroso en ataque y en cualquier momento podía llegar un nuevo gol, tal y como sucedió en el último minuto del primer tiempo, cuando Cristo hacía el segundo.

El tanto fue como una puñalada para los vigueses, que tal y como estaban las cosas necesitaban poco menos que un milagro para llegar con vida el próximo domingo a Salamanca para medirse al Unionistas. Lo mejor que en esos momentos le podía suceder al Rápido era que el colegiado del encuentro señalara el camino de los vestuarios.

El Rápido intentó salir más metido tras el descanso, pero la realidad era que la situación se presentaba crítica para el equipo y, por lo menos, lo que buscaban era finalizar la temporada de la mejor manera posible. Sin embargo, a los pocos minutos el colegiado castigaba a los boucenses con un penalti que Brais Pereiro logró detener al pichichi de la tarde, Cristo.

El partido fue languideciendo a medida que pasaban los minutos, y es que, a pesar de que nadie quería creerlo, el descenso de categoría estaba cada vez más cerca y ni un milagro podría ser en este caso la salvación. Al final, llegó el tercer tanto del Real Madrid Castilla, que no sirvió para nada más que certificar el descenso de categoría de los aurinegros.