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Manuel Méndez
Ver galería >O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
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M. Méndez
O Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.
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Ver noticias guardadasO Grove es un pueblo acostumbrado a descansar en otoño y/o invierno, cuando la temporada baja del turismo condiciona la actividad de buena parte de sus ciudadanos. Aún así, seguía recibiendo turistas en octubre (Festa do Marisco), registraba una buena entrada en noviembre y diciembre (jornadas gastronómicas del centollo) y, desde enero, ya calentaba motores para su popular Entroido y Semana Santa. Después de eso, vuelta a empezar con la esperada temporada alta. Además, el fuerte tirón que ejerce su gastronomía hacía que los restaurantes que se mantenían abiertos en invierno contribuyeran a generar ambiente, tanto entre los mecos como entre los visitantes que se desplazaban a la villa expresamente para saborear su cocina. Pero este año todo está siendo muy diferente, y la pandemia del coronavirus está causando estragos en un municipio tan turístico como el grovense. Las segundas residencias vacías, hoteles y restaurantes cerrados, calles desangeladas, la isla de A Toxa sumida en el silencio… ¿Quién iba a imaginarse que esto podía pasar un domingo previo a las fiestas navideñas? Unos pocos vecinos paseando, haciendo deporte, acompañando a sus mascotas o comprando el pan, algunos pasando frío en las terrazas de un par de cafeterías que están abiertas, surfistas protegidos con neopreno cabalgando las olas de A Lanzada, jugadores en el campo de golf de A Toxa, marineros en el puerto antes o después de largar las redes para pescar centollo…. Eso es prácticamente lo único en movimiento que puede verse en la villa meca un día como hoy. Está claro que el COVID genera problemas en todas partes. Pero en O Grove, que vive por y para el turismo, la situación se antoja especialmente grave. De ahí que el municipio se prepare para el que puede ser su invierno más duro.