Confiesa que ya asoman los miedos de todo actor antes del estreno, pero empieza a necesitar al público. Sobre todo porque su personaje en Julio César, Marco Antonio, tiene un parlamento en el que se dirige a los espectadores -un discurso que para muchos es el ejemplo perfecto de la manipulación política- y necesita "la respiración de la gente".

Sus últimos trabajos como director, Un trozo invisible de este mundo- abrió la temporada del TCM- y Tempestad -una versión de la obra de Shakespeare que se verá también en ese escenario el próximo otoño-, han hecho que Sergio Peris-Mencheta destaque detrás del escenario. Pero también quiere "descansar" de sí mismo de vez en cuando y, en esta ocasión, subirá a las tablas transformado en el Marco Antonio de Julio César.

-Ya queda poco para el estreno... ¿Asoman los fantasmas?

-Ya empieza la pesadilla del actor, olvidar el texto, quedarse en blanco... Siempre pasa, aunque estés muy parapetado por un equipo fantástico. Pero no tiene nada que ver con lo que ocurre cuando soy yo el director... Soy muy mal espectador de mis montajes, sufro mucho y hasta enfermo. Como actor, el estreno nunca será tu mejor función, pero todo depende de ti; en cambio, el director es un convidado de piedra el día del estreno.

-Usted estaba en el proyecto desde que arrancó, hace siete años. No lo dudó cuando finalmente lo llamó Azorín...

-Como actor estaba viviendo una racha un poco rara. He hecho poco teatro por una decisión personal, porque me gusta cuando me aporta lo que pido. En la televisión y el cine es diferente, pero no puedo estar defendiendo sobre el escenario, durante meses o hasta años, algo en lo que no creo. Hace poco, por ejemplo, abandoné un proyecto teatral porque no encontré el espacio creativo que creo que hay que darle al actor en un espectáculo. De hecho he abandonado los cuatro últimos montajes -cada vez me doy cuenta más rápido, debo tener un sensor-, pero con Julio César estoy encantado. Azorín es una persona muy inteligente, un esteta maravilloso y un amante de Shakespeare que para mí tiene toda la autoridad.

-El director destaca la conveniencia de representar esta obra. ¿Coincide con él?

-No hay una sola obra de Shakespeare que no sea conveniente representar en cada momento de la historia. Como dijo Harold Bloom, es «la invención de lo humano», retrata lo que pasa. Y en el momento actual, cuando ya no nos sirven las frases vacías, el protocolo verbal que usan los políticos, Shakespeare es capaz de decir algo que calma esas ansias de saber, de hablar de cómo se manipula, de las diferencias de quienes usan las palabras para que lleguen al cerebro o al corazón.

Esta es la obra más política de Shakespeare, que habla de la política hecha por y para el hombre en una sociedad patriarcal, fálica y violenta. Estoy convencido de que otro gallo cantaría si fueran mujeres... Pero no las que imitan a los hombres, como Merkel o Aguirre.

-¿Ve algún político actual digno de una obra de Shakespeare?

Gallardón sería un gran personaje de Shakespeare, se podría hacer una obra con él. En los políticos actuales hay algunos más bien cómicos, como Cospedal, por ejemplo, que podría ser la bufona, pero también están Gallardón, Aguirre o Rubalcaba que sí serían grandes personajes.

-Está claro que ellos no han inventado nada nuevo, Shakespeare ya lo escribió hace siglos. El único cambio es la repercusión de lo que dicen. Pero, en realidad, ese poder no es solo de los políticos; cualquiera puede generar una noticia con un tuit y montar un pollo.

-Y ya si es alguien famoso...

Yo siempre les digo a mis amigos que apaguen el móvil cuando beban. Es peligroso, pero también creo que las redes sociales van a ser la tabla de salvación en esta situación, porque nos desahogamos. Con todo lo que está pasando, si no tuviéramos esa vía de escape se montaría una gorda. Aunque yo creo que se tiene que montar...

-Azorín confía en la capacidad provocadora de Shakespeare. ¿Cambiará algo en el espectador?

La obra dura poco más de hora y media, es un tiro directo. Shakespeare siempre es revolucionario, hay muy pocos autores como él o como Lorca, que siempre llegan y remueve conciencias, y seguro que hace al público replantearse cosas.

-El poder del teatro...

-Sí, y ojalá el teatro fuera para todos... Pero en esta situación, y tras una subida del IVA brutal, es cada vez menos para todos. Hay ciudades pequeñas y pueblos en los que la gran parte de los ciudadanos no ha ido nunca al teatro... Y ojalá la televisión fuera Shakespeare, pero no, tenemos una televisión hecha para distraer en el peor sentido de la palabra. Y la revolución empieza por tomar conciencia de cosas como esa, empieza por uno mismo y solo entonces podremos construir algo más sano.