Descender el Miño es una actividad tan intrépida como relajante. Conjuga la emoción de dominar el embate de las aguas en su carrera al mar con la paz que ofrecen los remansos, que permiten tirarse al río y dejarse llevar.

La adrenalina se dispara en los rápidos: se rema con tesón hacia ellos, al sortearlos la balsa tiembla e incluso se levanta y el agua empapa a todos los tripulantes. El reto radica en no caer por la borda, en superar los accidentes del cauce manteniéndose a flote.

"¡Remad o rezad!" bromea sobre la balsa Mito Moure, gerente de Vaguada Aventura, una de las empresas que ofrecen rafting en el río fronterizo. "Se trata de disfrutarlo, de venir aquí con los amigos, desconectar y sensibilizarse con la naturaleza", explica el monitor. "No es solo bajar el río, es conocer lo que hay alrededor de él, a nivel cultural, histórico y natural", explica Ricardo Aparicio, gerente de Arrepións, una pionera en el turismo activo en Galicia.

Ambas organizaciones han brindado a miles de personas una aventura río abajo. Además del aspecto puramente deportivo, ofrecen una guía histórica del Miño: muestran las pesqueiras para la captura de la lamprea y explican su funcionamiento; recuerdan el carácter fronterizo del Miño y a la gente que lo cruzó en la dictadura; destacan su valor comercial y la importancia del "extraperlo", así como invitan a disfrutar de la espléndida belleza del paisaje.

El tramo más habitual para los descensos es el que comprende desde Cequeliños hasta Barcela, en Arbo. Se trata de una ruta de unos 9 kilómetros que se recorre en hora y media aproximadamente y que combina los momentos trepidantes con los de calma.

"El Miño es el único río en Galicia con caudal suficiente para estas actividades durante todo el año. Como mínimo tiene unos 25 metros cúbicos por segundo y el máximo puede llegar a 800 o incluso 1200 en invierno", explica Aparicio. "En otros apenas hay nivel para un descenso que no sea un paseo. Además, no tiene pasos muy técnicos, aptos para todo el mundo, y la temperatura del agua es magnífica", añade Moure.

El nivel del río es un impredecible ya que no es la naturaleza quien lo determina, sino la central hidroeléctrica de Frieira (en Padrenda, Ourense) quien regula su caudal según la demanda de electricidad.

¿Es seguro el rafting?

"Sí". La respuesta es tajante para los responsables de Arrepións y Vaguada Aventura. "Es una actividad supervisada siempre por un monitor en cada embarcación más gente de apoyo", explica Mito Moure. "Se trata de un deporte apto para todos los públicos con un requisito mínimo: saber nadar", matiza Aparicio. Sus empresas proporcionan todo el material necesario: la balsa, los chalecos salvavidas, el casco y los trajes de neopreno. Además, imparten unas nociones fundamentales de seguridad a los participantes sobre cómo deben actuar en caso de caer al agua.

Héctor Guerra se enfrentó por primera vez al rafting hace unas semanas. Sus amigos -que ya lo habían probado- le animaban, pero él se mostraba reticente: le parecía una práctica de cierto riesgo. "Es una actividad a la que tenía respeto pero ha sido una experiencia súperdivertida y emocionante", relata. Tras el recelo inicial, y una vez superado el bautizo, ya busca otra fecha para repetir. Es la sensación más compartida entre quienes se atreven con un descenso. "Volví a hacer rafting porque me parece una actividad muy segura y muy emocionante. Además, es divertida y disfrutas de un entorno que no es habitual para mí, que soy más de playa", apunta Cristina Iglesias, que también planea surcar el Miño de nuevo.

"Trabajamos la seguridad activa, de manera que la acción de rescate sea en el mínimo tiempo posible. Hay que tener en cuenta que el monitor siempre lleva las riendas de la embarcación y corrige los posibles desvíos", detalla el gerente de Vaguada. "Somos gente de río, estamos en él gran parte del día y tenemos mucha experiencia. Buscamos que la gente viva una experiencia divertida y sin sobresaltos", argumenta el responsable de Arrepións.

Un grupo sortea una ola durante un descenso en el río Miño. // Foto: Arrepións. Haz click para ver la galería

El turismo activo, la asignatura pendiente

En verano, tanto Arrepións como Vaguada Aventura suelen bajar en torno a 1500 personas cada una, pero sus responsables coinciden en un diagnóstico: "no se conoce el turismo activo en Galicia". "Tenemos muchos recursos pero la gente cuando planea venir aquí de vacaciones piensa en ir a la playa", comenta Moure. "Estamos atrasados con respecto a otras comunidades y países. El concepto de ocio que tienen nuestros turistas es salir de copas y a comer y tumbarse en la arena", replica Aparicio.

Ambos confían en el poder de Internet y del boca a boca para llegar a más público, una fórmula que les ha funcionado bien hasta ahora y les ha permitido mantenerse a flote, sorteando los rápidos de la crisis. Esperan que la oferta turística gallega se diversifique y que en unos años viajeros de otras comunidades o países acudan hasta el sur de Pontevedra para descargar adrenalina surcando el Miño.