En la provincia canadiense de Alberta, una de las zonas más admiradas del país por la evolución de su economía gracias a los ricos yacimientos de petróleo, llevan desde el 1 de mayo luchando contra un gigantesco incendio que ha devorado ya más de 5.200 kilómetros cuadrados de bosque boreal y matorrales. En las últimas horas se sumaron a las tareas de extinción 1.000 bomberos de EEUU, Sudáfrica y otras provincias de Canadá, a la espera de que la bajada de las temperaturas ayuden en el combate. Probablemente no hay mejor ejemplo de su voracidad que el bautismo del fuego como "La Bestia". Y que su rugido se haya expandido más de 6.000 kilómetros. La distancia que le separa de esta otra parte del Atlántico, hasta donde acaba de llegar humo procedente del catastrófico suceso.

Fue el domingo, como reflejan las imágenes difundidas por la NASA y donde claramente se puede apreciar la huella del incendio canadiense en el cielo de Galicia y el resto del norte de la Península. Entró por el litoral cantábrico y se deslizó más allá del Mediterráneo. Un llamativo tono azul de los gases emitidos por el fuego y que también la NASA detectó en Reino Unido y al sur de EEUU, en Florida. Los expertos no descartan que el humo pueda seguir extendiéndose todavía más lejos si el incendio no pierde fuerza.

Por el momento, las llamas saltaron a la vecina provincia de Saskatchewan, en área por las que incluso el fuego ya pasó con anterioridad. En los yacimientos petroleros que fueron desalojados se piensa en rotomar ahora la actividad tras alejarse el peligro, con el incendio, fuera de control aún, hacia el este. Eso sí. La vuelta se hará, según las autoridades de Alberta, en "condiciones aún extremas" dado los peligros. Si las condiciones también lo permiten, a partir del próximo 1 de junio se intentará que regresen a sus casas los 80.000 vecinos de la localidad de Fort McMurray que tuvieron que se trasladados por el incendio .