Desde 1999, según el gobierno local, se han invertido más de 26 millones de euros en supresión de barreras arquitectónicas, complementadas con acciones de peatonalización y restricción del tráfico de vehículos. El objetivo es devolverle el espacio público al ciudadano. A todos ellos, sobre todo a los que tienen más inconvenientes para desplazarse como los discapacitados, los mayores e incluso padres con carritos de bebés.

También en los niños se ha pensado mucho a la hora de diseñar la nueva Pontevedra, pero uno de los premios que más ha llenado de orgullo a los vecinos es el CERMI, que otorga el Comité Español de Personas con Discapacidad.

Imágenes que muestran el contraste entre una Plaza de Curros Enríquez con o sin coches.

Porque después de muchos años sin respuestas para ellos, la Pontevedra de hoy se erige como ejemplo universal de que es posible normalizar la vida de las personas. Quizás, con presupuestos similares a los que se proponían cuando no se contaba con ellos.

Porque después de todo las medidas implementadas no requerían obras "faraónicas" ni reformas agresivas con el patrimonio. Todo lo contrario, en muchos casos realmente lo que había que hacer es eliminar elementos de construcciones del siglo pasado, solo implementadas para facilitar la circulación del tráfico rodado.

La eliminación de barreras arquitectónicas es la madre de todas las medidas que dan contenido al modelo urbano de Pontevedra, y son las personas con movilidad reducida las que más se benefician con el resultado obtenido.

Luego era necesario complementar estas medidas con otros detalles que harán más confortable el paseo de los vecinos con dificultades. Losas con botones y semáforos con voz para los ciegos. Rampas donde hay escaleras para las sillas de ruedas. Papeleras contra las fachadas sin pies y apartadas del medio de la acera por donde solo debe haber peatones. Y todo rematado con un cómodo mobiliario urbano que permita tomar un descanso a quienes lo necesiten antes de terminar su trayecto a pié.

Pero esto no es una ventaja única para estos colectivos que estamos mencionando. La ciudad que piensa en todos sus vecinos beneficia a todos por igual. La comodidad y la seguridad que reina en nuestras calles muestra unos datos de seguridad vial envidiables. Como ejemplo vale recordar que en 1998 hubo 69 atropellos de peatones, mientras que en 2013 apenas 4.

Claro que si se quiere encontrar aspectos negativos pueden las cifras revelarnos cuentas pendientes. Los accidentes con ciclistas han aumentado notablemente. Claro que hay que matizar porque esta es en definitiva otra buena noticia, ya que la nueva Pontevedra se ha convertido en un sitio ideal para recuperar este noble medio de transporte, saludable y ecológico. Y si antes no había más accidentes es porque prácticamente las "bicis" habían desaparecido, literalmente devoradas por miles de coches y furgonetas que les impedían salir a la calle.

El escenario de la infancia

En nuestra memoria el lugar en el que crecimos es más que un barrio, una plaza o una calle. Es el teatro de nuestras más entrañables aventuras. Escenas llenas de juegos y alegría que permanecen imborrables e incluso mejoran con el paso del tiempo. Durante algunas décadas, la zona monumental y algunas calles céntricas de Pontevedra limitaron sensiblemente las posibilidades de los más jóvenes. Una de las fuentes de inspiración del modelo urbano actual de Pontevedra es la propuesta de Francesco Tonucci que en su "La ciudad de los Niños" propone que una urbe que piensa en ellos nos beneficia a todos. El resultado es que cada vez hay más pequeños en las plazas de Pontevedra jugando con balones y patinetes, los jóvenes pasean y van al colegio solos y seguros evitando así una mayor circulación de coches.