spaña se marchó de la Eurocopa jugueteando con los alemanes como si la final fuese un simple partidillo de entrenamiento en Las Rozas. Ese es su principal triunfo, el no haber traicionado la idea sobre la que han construido este equipo y que ha transformado a una selección tradicionalmente perdedora en campeona de Europa. Es cierto que el marcador fue ajustado -se ha vuelto a demostrar que a los alemanes es imposible sacarles de un partido a gorrazos y que cuesta descoser sus costuras- pero al partido de ayer le faltó la carga de agonía que habitualmente acompaña los grandes triunfos porque España fue inmensamente superior. Recordó a aquella final del Mundial de baloncesto con los griegos en la que todo el mundo aventuraba una batalla épica y sin embargo España aplicó el rodillo para liquidarles antes de que Papaloukas abriese la boca. Pues ayer sucedió algo parecido en un deporte donde España sólo acostumbraba a dar disgustos. Desaparecieron de golpe los complejos y los miedos, esos que solían atenazar a la selección en los grandes momentos. La culpa la tiene una generación excepcional de jugadores y la confianza ciega que Aragonés ha tenido en ellos. La historia dice que casi todo el mundo se achica en las finales y que el miedo a perder apaga a los más atrevidos, les obliga a dar un paso atrás, a renunciar a lo que son. A España no le sucedió en una evidente prueba de madurez. Se mantuvo en el mismo punto donde comenzó el campeonato hace tres semanas y logró lo impensable: ganar un título a los alemanes sin acabar colgados de la portería y tras resistir un bombardeo impenitente. Nada de nada. Ni sustos, ni sobresaltos. España ganó con la claridad de los equipos que parecen destinados.

Con la gloriosa noche de ayer corona un campeonato casi perfecto en el que fue superior a todos sus rivales e incluso al que la fortuna le acompañó cuando lo necesitó en el duelo de cuartos de final ante Italia, la única selección que sí supo sacar a los de Aragonés de su plan y les exigió otra cosa.

Capítulo aparte merece Luis Aragonés. Se marcha a lo grande y puede ser lo mejor para él porque la gente se quedará con el recuerdo de ayer y olvidará para siempre muchas de las incongruencias en las que cayó durante los meses anteriores. Además, sabiendo que se marchaba Luis decidió soltarse definitivamente y morir con la gente y el plan que había ideado para la selección, lejos de las imposiciones que acarrea el cargo. Que lo disfrute.