A veces, cuando no siempre, sería bueno atender y entender todo aquello que nos rodea, sin menoscabo de que luego podamos equivocarnos o emitir algún infortunio en vocablo o acción. Pero lo importante es estar abierto y escuchar todo lo que nos llega y pese a que no lo entendamos del todo atender lo que conlleva cada mensaje de cada asunto de lo que se habla o dice y conversación que se mantiene con toda aquella persona con la que se entable esa dialéctica de opiniones, pareceres o pensamientos. La comarca natural del Val Miñor, a veces, adolece de esa unión necesaria de escucha recíproca como para hacer planes conjuntos que conduzcan a un estado avanzado de perspectivas y resoluciones que permitan unir, cuando no fusionar, proyectos comunes y afines para el desarrollo de esta comarca y, por tanto, de los municipios que la conforman: Baiona, Nigrán, Gondomar y, por qué no, Oia.

Si uno atiende a la historia documentada que nos queda percibimos que los recelos de unos, zancadillas de otros, impedimentos de los más poderosos y bisbiseos, farfullos o dobleces de aquellos que nunca cejan de fardar, chulear o jactarse con su osada soberbia, han contribuido a que muchas hermosas y lindas cosas de las que disponían y eran acreedores nuestros ancestros hayan desaparecido, cuando no arruinado (siempre me acuerdo de lo que representó la Casa de Ceta situada frente al Consistorio baionés, entre otras joyas del patrimonio comarcal), degradado (como su frente litoral o montes comunales) o perdido (arenales, vistas marítimas, paisajes, zonas de dominio público), así como distintas iniciativas económicas, turísticas, culturales, artísticas, didácticas, abandonadas por mor de esa escasa capacidad para atenderlas o entenderlas por quienes pudieron hacerlas ejercer y? ¿qué más?, un largo etcétera.

En el caso de que esta tenaz debacle hacia lo escaso junto con la asepsia ciudadana prosiguieran y no se paliara dicho trance a fin de desterrar esta rutina consuetudinaria, tal vez fuera necesario requerir la presencia de expertos en ciencias ocultas -digo yo- por si acaso estuviera el Val Miñor satanizado, por una orla de levitanes escondidos entre las piedras, o a lo sumo llamar a especialistas en lo facial, a fin de desfruncir ceños, aliviar gestos, dejarse acariciar por brisas de la ensenada, restaurar sonrisas benévolas, cerrar desconfianzas, abrir vidas, escuchar las olas y las palabras, dejar meramente de oír lo perverso, y así abrir los ojos y mirar nuevos horizontes al tiempo de hacer caso omiso a meras y dañinas observaciones de salón, de ventana o ranuras de alcantarillado, para de ese modo, entre todos, hacer de esta bella comarca un paraíso humano entendible, sin desentonos políticos puestos en marcha y sin freno.

Bella utopía pero no carente de buenos deseos para el Val Miñor y concretamente para Baiona.