¿Nos hemos rendido? ¿Hemos perdido la esperanza? Lo peor es que ni lo sabemos, ni deseamos responder a estas preguntas tan incómodas: vivimos en el mundo que todos hemos construido; "unos" más que otros, y otros menos por mirar para otro lado (quest oculus non vide, cor non delet) confiados a que nuestros corazones no sientan aquello que no le dejamos ver mientras nos sigamos engañando con mentiras que justifiquen que objetivamente, nada va a mejor en nuestra vieja Tierra, salvo para los "unos": pocos, bien pertrechados y dispuestos a esquilar a un rebaño de ovejas de las que ellos se constituyen en pastores por gracia divina y por conformismo.

Al fin y al cabo, el ser humano tiene la capacidad de adaptarse a todo, solo es cuestión de tiempo hasta que nadie recuerde un mayo del 68 en Francia o la Marcha de la Sal de Gandhi... Cada vez se escuchan más frases de derrota: "No te quejes, al menos tú tienes trabajo"; "El médico sabrá por qué no te envía al especialista"; "Tú tranquilo, aunque al principio no cobres, lo importante es la experiencia". Y así, hasta un sinfín de frases hechas que van cercando nuestras ilusiones con el alambre de espino de aquel que ha perecido en escaramuzas a lo largo de su vida, y ahora le atenaza el miedo de perder lo poco que tiene.

Por el contrario, cada vez es más habitual ser testigos de la falta de límites éticos ni repercusiones legales en la estrategia del todo vale para alcanzar el poder: políticos a los que le sale gratis mentir una y otra vez; "australopithecus" denigrando a las mujeres y a los inmigrantes ante millones de personas en un debate televisado; "zares", "shas", "libertadores bolivarianos" limitando el número de barriles de petróleo puestos en mercado para incrementar su precio.

Mi esperanza de un mundo mejor, o al menos no peor, ya no reside en la raza humana: ¿permitirán los "unos" que baterías más baratas y con autonomías de mil kilómetros puedan hacer un mundo más justo y menos contaminado, con electricidad al alcance de todo el planeta?

Yo, por si las moscas, ya estoy ahorrando para comprarle un billete a Elon Musk para formar parte de esa colonia en Marte, una vez nos hayamos cargado en unos cientos de años lo que el universo no ha sido capaz de hacer en 4.543 millones de años. Eso sí, es más fácil irnos con la sombrilla de playa y la neverita a otro planeta que intentar conservar este. Está muy claro que no extinguiremos por estupidez.