Resulta paradójico que las opciones de gobierno del Partido Popular pasen por la abstención del PSOE, el partido al que acusó de llevar a España al borde de la quiebra, y al que machacó y vilipendió sin tregua en los últimos cuatro años de legislatura.

Pedro Sánchez obtuvo el no rotundo del PP en su investidura frustrada, pero a día de hoy se le exige que favorezca la formación de un gobierno liderado por el PP so pena de abocarnos a unas terceras elecciones. Un escenario que, probablemente, perjudicaría más al PSOE que al PP, que podría arañar unos cuantos escaños más, que sumados a los de Ciudadanos le permitirían formar gobierno con mayor comodidad, y sin necesidad de negociar y llegar a acuerdos, a los que el PP debe tener alergia manifiesta, dada su incapacidad notoria para consensuar tanto durante la legislatura, en la que gozó de mayoría absoluta, como tras las sucesivas elecciones del 20D y el 26J.

Tampoco parece aceptable la presión de los llamados barones y exlíderes socialistas, muchos de ellos cómodamente apoltronados en sillones de consejos de administración desde los que defienden con ahínco el establishment y su posición de privilegio, mientras recomiendan recortar salarios y alargar la vida laboral para el común de los ciudadanos. Parodiando la mítica serie de televisión, un poquito de por favor.