Faro de Vigo

Una montaña de saber e innovación

La Universidad de Vigo forma en las aulas de sus tres campus a los profesionales que demanda la industria y transfiere desde sus laboratorios el conocimiento que impulsa la economía gallega y el bienestar de la sociedad

Sandra Penelas
Sandra Penelas Firmas
Firmas

Nació hace poco más de tres décadas, cuando las dimensiones de la centenaria Compostela ya dificultaban su gobernanza y el sur de Galicia demandaba una universidad propia. La UVigo arrancó con 9 titulaciones y 8.900 alumnos. Hoy imparte 67 grados en sus tres campus y la matrícula, que alcanzó los 30.000 estudiantes a finales de los 90, se ha estabilizado en torno a los 20.000. A pesar de su juventud, la institución, la 350ª del mundo con menos de 50 años según Times Higher Education, se ha consolidado como referente en la investigación en ingeniería, telecomunicaciones, ciencias marinas y biomedicina. E incluso lidera su propia carrera aeroespacial desde el lanzamiento del XaTcobeo en 2012, colaborando con la ESA y otras agencias gubernamentales.

La última lista de Stanford con los investigadores más citados en todo el mundo también incluye entre la élite científica a expertos de la UVigo en agroecología y alimentación, entomología y ciencias del deporte. Una excelencia que la sitúa entre las 600 mejores universidades del mundo en el prestigioso ranking de Shanghái y en la que continúa perseverando día a día. Uno de los ejemplos más recientes de esta vocación es su esfuerzo por liderar la revolución cuántica en Galicia con un nuevo centro de investigación ya en marcha y con la futura fábrica de chips fotónicos que situará a España en una posición estratégica en toda Europa.

Y es que la misión de la UVigo está clara desde sus inicios en la década de los noventa: formar en sus aulas a los profesionales que necesita la industria para afrontar los retos de cada momento –hoy, sin duda, son la adaptación a la era digital y la sostenibilidad– y transferir el conocimiento y la tecnología generada en sus laboratorios para impulsar la economía y mejorar el bienestar de su entorno más próximo y de toda la comunidad gallega.

Y no solo es un referente en el ámbito tecnológico y en el de las ciencias. La Facultad de Filología y Traducción de Vigo ofrece una formación en humanidades adaptada al mundo actual, global y digitalizado, y sus investigadores relacionan el lenguaje y la neurociencia. Los estudiantes de Moda en Pontevedra trabajan en los equipos creativos de Inditex o Bimba y Lola, desfilan habitualmente en la pasarela Cibeles y la calidad e innovación de sus diseños han llegado a llamar la atención de la mismísima Lady Gaga. Por su parte, los arqueólogos del campus de Ourense no solo están sacando a la luz nuestro pasado galaico romano, sino que lideran equipos internacionales como el que acaba de revolucionar la historia de la evolución humana tras descubrir en Etiopía los restos más antiguos de Homo erectus en todo el mundo. 

La UVigo es una institución joven pero se asienta y recoge el prestigio de dos instituciones centenarias que hoy constituyen el campus histórico de Torrecedeira, la Escuela de Ingeniería Industrial –antigua Peritos– y la Facultad de Comercio –antes, Escuela de Empresariales–.

Industriales inició su actividad en 1943 y casi treinta años después se integró en la Universidad de Santiago hasta la creación de la de Vigo. A lo largo de las décadas, el centro ha forjado a ingenieros capaces de innovar y mejorar los procesos de las industrias. Y en 2022 graduó a su primera promoción de ingenieros biomédicos formados en el centro y en el Hospital Álvaro Cunqueiro.

A igual que Industriales, la Escuela Pericial de Comercio nació en 1920 en respuesta al clamor de una ciudad en pleno desarrollo industrial. Tras varios cambios de nombre y sede, la Escuela profesional de Comercio estrenaba en 1942 su actual edificio de Jenaro de la Fuente. Y cuando llegó Bolonia tuvo que pelear su supervivencia, de nuevo, apoyada por la sociedad, para seguir preparando a las generaciones que mueven el motor económico de Vigo y de toda Galicia.

Protesta de alumnos del Colegio Universitario de Vigo ( CUVI ) en la Puerta de Sol de Vigo reclamando la implantacion de varios segundos ciclos

Protesta de alumnos del Colegio Universitario de Vigo ( CUVI ) en la Puerta de Sol de Vigo reclamando la implantacion de varios segundos ciclos

La Universidad nace en el curso 89/90 y sus primeros años fueron convulsos. Se sucedían las protestas estudiantiles por los problemas en el transporte hasta As Lagoas-Marcosende, la falta de profesores y la masificación en las aulas del antiguo Colegio Universitario de Vigo (CUVI). A igual que el icónico edificio de Desiderio Pernas, cuya estructura sigue siendo vigente desde 1977, sus antiguas siglas permanecen indelebles con el paso del tiempo y continúan formando parte del vocabulario de las nuevas generaciones de ciudadanos y estudiantes para referirse al campus.

Poco a poco, As Lagoas-Marcosende fue dejando atrás su carácter agreste y sumando servicios para convertirse en una montaña del conocimiento y un referente de la arquitectura contemporánea gracias a edificios que se integran en la naturaleza ideados por Alfonso Penela, César Portela, Enric Miralles y Benedetta Tagliabue o Noguerol y Díaz. Incluso un premio Pritzker como Mendes da Rocha esbozó un soñador proyecto para conectar los centros con futuristas pasarelas elevadas.

Muchos de estos edificios de referencia acogen hoy el I+D más puntero como el que desarrollan el Centro de Investigación en Nanomateriales y Biomedicina (Cinbio); atlanTTic, especializado en tecnologías de la telecomunicación; y el Centro de Investigación Marina (CIM).

Los tres cuentan con el reconocimiento de la Xunta como centros singulares por la excelencia de su actividad, pero en la UVigo también destaca el Cintecx (Centro de Investigación en Tecnologías, Energía y Procesos Industriales) y agrupaciones como Citaca, en el ámbito de la transferencia agroalimentaria, o Ecobas, que aúna varios grupos de las tres universidades gallegas en la rama económica.

Con todos estos mimbres, la Universidad de Vigo afronta un horizonte optimista pero no exento de desafíos. Desde la masiva jubilación de profesores, un problema general en todo el país, y la pérdida de estudiantes por la caída demográfica a la necesidad de captar más alumnos internacionales y afrontar la futura apertura del mapa de titulaciones en Galicia en clave de sistema y manteniendo la armonía con sus homólogas de Santiago y A Coruña.

Sede del Oceanográfico en cabo Estai / Alba Villar

Sede del Oceanográfico en cabo Estai / Alba Villar

Vigo, una potencia en investigación marina

El Oceanográfico y el IIM son un referente internacional

Vigo constituye una potencia en el ámbito de la ciencia marina gracias a la actividad desarrollada por el Oceanográfico y el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC junto con la Universidad y otras instituciones como el Cetmar. Todas comparten un sueño común desde hace dos décadas: convertir un enclave único como el de la ETEA en un polo de referencia internacional que impulse todavía más la colaboración y atraiga a investigadores y estudiantes del resto del mundo.

El IIM-CSIC ha dado el primer paso en esta aspiración compartida por toda la ciudad y prevé comenzar a construir su nueva sede el próximo año para poder acoger a los primeros investigadores en 2026. El complejo triplicará el espacio del actual edificio de Bouzas, que acaba de cumplir medio siglo de vida y ya se queda pequeño para acoger a sus más de 200 investigadores. Nacido en 1951 como Laboratorio Costero de Vigo en el antiguo Colegio Alemán como respuesta al desarrollo de la pesca y la acuicultura en Galicia, el IIM aplica las tecnologías más punteras al estudio del funcionamiento de los océanos, los ecosistemas marinos y los recursos pesqueros. Y dio muestras de su compromiso con Galicia frente a cualquier desafío durante la grave crisis del Prestige en 2002.

El futuro complejo del CSIC en la ETEA / IM-CSIC

El futuro complejo del CSIC en la ETEA / IM-CSIC

Por su parte, el Oceanográfico de Vigo es el mayor centro de la red nacional del IEO. En su planta de acuicultura se han logrado avances punteros para el cultivo de especies tan importantes para la economía gallega como el rodaballo, el pulpo o la merluza. Sus investigadores asesoran al Gobierno en la gestión de stocks y políticas pesqueras y también lideran estudios de alto impacto en los ámbitos de la contaminación marina o las mareas rojas. Pese a todos sus méritos, la actual sede de cabo Estai, que data de los años 80, urge una reforma a la altura del trabajo que desarrollan sus científicos y personal técnico.

Edificio de la Casa das Artes e Oficios / Ricardo Grobas

Edificio de la Casa das Artes e Oficios / Ricardo Grobas

La pujante urbe que exigía centros escolares

Cuando FARO inicia su travesía a mediados del siglo XIX, el 70% de la población española no sabía ni leer ni escribir. Vigo tenía pocas escuelas y carecía de segunda enseñanza, reservada para las capitales de provincia, así que las familias adineradas enviaban a sus hijos a Pontevedra o fuera de Galicia. El Colegio de Humanidades, fundado en 1838, ya había cerrado sus puertas y el decano se sumó a la reclamación de un instituto para la ciudad. La autorización del rey Alfonso XIII no llegaría hasta 1927, cuando la población viguesa –60.000 habitantes– ya triplicaba la de Pontevedra. Y tuvo diferentes ubicaciones hasta que en 1946 se inauguró el Santa Irene, un proyecto firmado por Antonio Cominges y construido gracias al legado de Policarpo Sanz.

Tal y como relata Míriam Varela en su ensayo “Colegios, cátedras y escuelas. Vigo (1803-1929)”, el despegue industrial y económico de la ciudad entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX y la burguesía asociada a la pesca impulsaron la creación de centros educativos que permitieron el desarrollo de la ciudad. 

Y, entre ellos, destacan dos instituciones, la Escuela de Comercio y la de Artes y Oficios, que se fundó en 1886 y permitió que los jóvenes de las familias más humildes pudieran acceder a una formación “eminentemente práctica”. Su principal impulsor fue el indiano Manuel Diego Santos y, años después, el verinés José García Barbón financió la sede actual de Pacewicz, que hoy alienta las vocaciones artísticas de sus alumnos.

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