Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La ronda española

Triunfo italiano en la Vuelta entre tierra quemada y calma tensa

Giulio Pellizzari vence en El Morredero, sin ataques de Jonas Vingegaard y Joâo Almeida, antes de una contrarreloj en Valladolid que preocupa por la revuelta a favor de Palestina y contra la participación del Israel Premier Tech.

Jonas Vingegaard.

Jonas Vingegaard. / VISMA TEAM

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Ponferrada (enviado especial)

Todos están cansados y entre los que menos, un prometedor italiano de apenas 21 años, que se llama Giulio Pellizzari, que gana entre el carbón del Morredero, imagen del horror de los incendios de agosto. La Vuelta sirve para que se presenten nuevos valores de la sociedad ciclista. La carrera se acerca a Madrid con corredores agotados mentalmente por una prueba muy tensionada, en el primer día de cierta calma, después de muchas etapas de protestas por Palestina y contra la presencia del equipo del Israel-Premier Tech.

¿Qué más le tiene que pasar a la Vuelta? Jonas Vingegaard, siempre líder, parece fatigado y lo mismo Joâo Almeida, segundo clasificado, que pierde dos segundos ante el ciclista danés, que tampoco saca la bravura en la quemada cumbre berciana. Todos creen que lo mejor que le puede pasar a la carrera, siempre en el aspecto deportivo, no social, es que se llegue cuanto antes a Madrid.

No hay ni un ciclista español luchando por la general. Y de ello se resiente la carrera, que cree, a eso de las 11 de la mañana, que no se podrá acabar en la cumbre del Morredero. El viento sopla a 50 por hora, la niebla lo tapa todo, llueve y hace frío. Con la humedad huele a quemado y parece que haya más guardias civiles que espectadores.

Los que denuncian la presencia del Israel, y de paso el genocidio en Gaza, prefieren quedarse en Ponferrada. Los corredores avanzan mirando por el rabillo del ojo si vuelven los incidentes. En la salida piden que, si hay revueltas, si ven peligro, se neutralice la carrera. Pero ni hay ultimátum, ni palabras malsonantes como tratan de anunciar los que se encuentran muy lejos de la prueba.

Banderas portuguesas

Las únicas banderas que se ven en El Morredero son las portuguesas, la de los hinchas de Almeida que esperan de este jueves un recuerdo infinito, que su corredor, buenísimo contrarrelojista, desvista a Vingegaard de su preciada prenda roja. Sabe, por eso, que el danés no es manco en una disciplina, en una ‘crono’ por Valladolid que se disputará bajo extremas medidas de seguridad. Los corredores, entre ellos los del Israel, competirán uno a uno y no pueden ir, por razones competitivas, excesivamente protegidos por las motos policiales. Ir a rebufo da una ventaja exquisita.

Por una vez, los dioses del ciclismo se apiadan de la Vuelta. Es mucho mejor que se contemple el horror de los incendios en Castilla y León que un intento de boicot a la carrera. Y aparece el sol, bendito sea, afloja el viento. Hay subida. Hay vida. Hay carrera, aunque no aparezca ni un solo ciclista español entre los mejores del día con Mikel Landa, exhausto del esfuerzo sin fruto por Galicia, y con Juan Ayuso más desconectado de la Vuelta que un teléfono móvil sin batería.

Así que gana Pellizzari, primera victoria profesional, que llega después de que el italiano se aproveche del marcaje de los favoritos que dejan pasar la penúltima oportunidad en la montaña y apuesten mejor por la contrarreloj de este jueves, si no hay marejada en Valladolid.

La Vuelta de la revolución popular, la que lleva a los aficionados a llenar las cunetas de banderas palestinas, la que se disputa más pendiente del que va a pasar, que del nombre del ciclista que la va a ganar, lo que tampoco parece que sea un enigma, sobrevive a los sobresaltos. Y, la verdad, sin ataques consistentes, sin que se saquen los ojos unos a otros, muchas etapas no levantan del sofá, más allá del espectáculo que se vivió en El Angliru o del feroz demarraje de Vingegaard en Valdezcaray.

Emociones variadas

Entre el viento, el cansancio y las emociones variadas que provocan todos los altercados, los corredores se desinflan. Hasta hablan Vingegaard y Almeida, charlan en vez de atacarse durante la subida al Morredero. Está todo dicho, señorías. “No ha sido mi mejor día por lo que me alegró de no perder tiempo”, reconoce el líder.

El ascenso se reduce a dos ataques, de actores de reparto y menos mal que uno de ellos, el estadounidense Matthew Riccitello, no coge un papel más protagonista. Es el autor de la primera ofensiva, pero también el jefe de filas del Israel-Premier Tech. ¿Y si llega a ganar? ¿Si sube al podio, aunque esté casi escondido por culpa del viento?

Lo contiene Pellizzari, con él y con el Red Bull que publicita, no hay problemas más allá de recordar que el jersey le da alas para imponerse en la 17ª etapa de la Vuelta. Riccitello paga el esfuerzo. Se va del Israel a final de temporada, como el canadiense Derek Gee, su otra figura. Tienen apenas 17 ciclistas para la próxima temporada. Con ironía se podría preguntar aquello de por qué será.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents