Segunda vida
Pedro Delgado: “Siempre pedía una bici a los Reyes Magos, pero nunca me la traían”
"Los amigos se iban a bañar al río montados en la bicicleta y yo siempre me quedaba colgado", confiesa

Pedro Delgado, en el bus de TVE, en la Vuelta 2025. / Sergi López-Egea

Pedro Delgado (Segovia, 15 de abril de 1960) asegura que seguirá siendo ciclista más allá del recuerdo de quien fue junto a Seve Ballesteros la gran figura del deporte español cuando ganó un Tour (1988) y dos Vueltas (1985 y 1989). Ha sido el único deportista que ha paralizado una sesión del Congreso con todas las señorías pegadas al televisor esperando una de sus gestas, más allá de las diferencias políticas. Desde hace años su voz resuena en las retransmisiones ciclistas de TVE y ahora está siguiendo la Vuelta.
-Antiguamente se decía que para ganar el Tour había que ser castellano y haber pasado hambre.
- Procedo de una familia muy modesta, pero yo no fui consciente en mi infancia, pero sí recuerdo que en casa no había para muchos caprichos. Mi primera bici me la tuve que comprar yo porque no había dinero para gastar.
-Pues fue una inversión de futuro.
- Siempre pedía una bici a los Reyes Magos, pero nunca me la traían. Los amigos se iban a bañar al río montados en la bicicleta y yo siempre me quedaba colgado. Así que mi hermano Julio, que es 14 meses más pequeño que yo, se las ingenió para que los dos ganásemos un poco de dinero repartiendo el diario ‘El Adelantado de Segovia’. Al periódico siempre le decíamos que de adelantado no tenía nada al ser un vespertino, pero publicaba las noticias segovianas y la gente lo compraba. Así que con los tres primeros pagos ya reunimos el dinero suficiente para cumplir el sueño de tener una bicicleta.

Pedro Delgado, en la llegada de la Vuelta de este año. / Sergi López-Egea
-¿Es cierto que la primera vez que corrió en Francia le dijeron que tenía que llevar el DNI en competición al cruzar la frontera?
-Tenía 18 años y había dejado de ser juvenil para pasar a aficionado. Moncho Moliner, una persona muy importante en mi vida, era mi director. Estaba en la carrera Aragón-Bearn. Ese día cruzábamos la frontera y la noche anterior me dijeron que debía llevar el DNI en carrera por si me lo pedía la policía. En la salida se acercó y me dijo si llevaba la documentación. Eché mano al bolsillo del ‘maillot’ y se lo mostré. Cogió el DNI mientras sonreía y me deseó buena suerte para ese día… era una broma de los veteranos.
-Usted iba más para enfermero que para ciclista.
- Mi padre siempre me decía que estudiase porque no me iba a ganar la vida con la bicicleta. Así que empecé el primer curso de enfermería. Fue antes de ir a la mili. Me tocó en Canarias con el 23 F de por medio. Enfermería no era la mejor carrera para un ciclista porque por la mañana hacía las prácticas en el hospital y por la tarde tenía las clases teóricas. Así no había tiempo para entrenar. En el año de la mili recibí tres ofertas: la del Reynolds, la del Zor y la del Kelme. Me decanté por aceptar la de José Miguel Echávarri, que dirigía el Reynolds. Era 1982. Un año más tarde ya estaba ciento por ciento montado sobre la bici y la enfermería pasó a ser una anécdota.

Histórica foto de Perico, en la subida al Gavia, en el Giro de 1988. / ARCHIVO PERSONAL PEDRO DELGADO
-No le voy a preguntar por su último salario, en 1994, pero sí si recuerda cuál fue su primer sueldo como ciclista en 1982.
-Sí, sí. Recibí un millón de pesetas, lo mismo que Reynolds le ofreció a Julián Gorospe, las dos potenciales estrellas del ciclismo español.
-Así que en 1983 se va usted al Tour y deja sin siesta a media España.
-Los veteranos no querían ir porque decían que era una locura, pero José Miguel llevó a un equipo joven, con Ángel Arroyo, Gorospe, Laguía, y yo entre otros. La idea era conocer el ciclismo internacional. Y paramos el corazón de España. Hice segundo en la etapa de Luchon. Gorospe volaba en las contrarrelojes y Arroyo iba a por la general. Con más experiencia podíamos haber logrado el Tour de 1983.

Delgado hace un 'selfie' con un seguidor en la cima de Valdezcaray, en la Vuelta. / Sergi López-Egea
-Allí empezó a ganar una popularidad tremenda.
-Al margen de los futbolistas, y de forma individual, Seve Ballesteros y yo éramos los deportistas más famosos de España con la peculiaridad de que el ciclismo era mucho más popular que el golf.
-¿Es cierto que llegó a parar en julio una sesión del Congreso de los Diputados?
-Lo contaba siempre Chico Pérez [pionero y maestro del periodismo deportivo] y presumía que sucedió durante el Tour. Y si él lo decía seguro que era cierto.
-También se cuenta que en los años 80 no podía ni pisar la calle.
- ¡Uf! Era un baño de masas todos los días. Cuando acababas una etapa en la Vuelta o en cualquier otra carrera española se formaba una especie de túnel por el que tenías que pasar entre personas desconocidas que te daban palmadas que parecían puñetazos en la espalda. Acababa más reventado que del trajín en carrera. Era todos los días. Luego cuando dejas de ser ciclista lo llevas mejor, incluso ahora con las retransmisiones por TVE. Pero cuando eres profesional lo que piensas es que también tienes que desconectar si luego quieres rendir.
-¿Aquello ocasionaba mucho estrés?
-Me creaba cierta vulnerabilidad en momentos y no acababa de comprender por qué los paparazis me seguían a todas partes privando mi intimidad.

Junto a Fabio Parra, con el jersey de líder de la Vuelta 1989. / ARCHIVO PERSONAL PEDRO DELGADO
-Su enemigo número uno era el periodista deportivo más famoso de la época.
-A mis tres hijos es muy difícil explicarles el poder de José María García y la influencia que tenía en toda España. Me río yo ahora de los ciclistas y otros deportistas que se quejan de las críticas que reciben respecto a lo que tuve que aguantar ante un personaje que me odiaba. Yo busqué mi camino y nunca quise pensar en aquellas zancadillas para no distraerme de lo mío.
-Ganó un Tour y dos Vueltas, pero siempre con la impresión de que tuvo una relación de amor y odio con la ronda francesa.
- Mi relación con la Vuelta siempre fue más normal que con el Tour, aunque mis amigos siempre me dicen que dejaba mi sello, las ‘pericadas’ como ellos las denominan. En 1983 me enamoré del Tour, de sus puertos largos, del calor donde me movía a placer, dándome cuenta que mi cuerpo respondía a la perfección. Pero empezaron las desdichas: en 1984 me caí en el descenso de la Joux Plaine y me rompí la clavícula. En 1985 estuve varios días con fiebre y en 1986 se murió mi madre y tuve que abandonar. Las cosas fueron mejor en 1987, cuando acabé segundo y estuve a punto de ganar, antes de llegar de amarillo a París en 1988...

En el podio de París, con Steven Rooks (izquierda) y Fabio Parra. / ARCHIVO PERSONAL PEDRO DELGADO
-Perdón que le interrumpa. Pero 1989 merece un capítulo aparte. Se perdió en la salida del prólogo.
-Sin duda, tenía que haber ganado la edición de 1989, pero cometí el fallo de llegar tarde a la salida del prólogo que se acentúo por el error de no pasar página enseguida. Por si fuera poco, hicimos una contrarreloj por equipos desastrosa y me costó tres o cuatro días más centrarme. Hasta que llegaron los Pirineos. Luego, en 1990, seguía la mala suerte en forma de gastroenteritis.
-Y en 1991 apareció nada menos que Miguel Induráin.
-Él dio la vuelta al Tour en la etapa de Val Louron donde se vistió de amarillo. Aquel día yo no fui bien y pensaba en las críticas que recibiría en meta. Pero enseguida me di cuenta de que había pasado algo bueno. Al llegar rezagado, desconocía lo de Miguel y sólo me preguntaban sobre él. Allí empezó la transición. Había dejado de ser el jefe del equipo.
-¿Cómo lo llevó?
-Fue una liberación para mí, el recobrar la ilusión de ese Tour y ponerme a trabajar para Miguel. Fue una transición muy rápida pero bien llevada por el carácter y la forma de ser de Miguel. Con otro ciclista no habría quedado más remedio que cambiar de equipo. Con Induráin era distinto. Si no podía batirlo, me ponía a su lado y a disfrutar de sus éxitos. A él nunca se le cayeron los anillos por ayudar a los compañeros en otras carreras.

En el autobús de TVE, en la Vuelta 2025. / Sergi López-Egea
-Casi sin bajarse de la bici cogió el micrófono de TVE.
-Y aquí estoy, en la Vuelta, 31 años después. En 1994 corrí mi última Volta. Recuerdo que dormía en un hotel en Sant Joan Despí cuando cogí el ascensor para subir a mi habitación. De casualidad entró Luis Miguel de Dios, que era el subdirector de deportes de TVE. Allí mismo, en el ascensor, me preguntó si era cierto que me retiraba. ‘Hola, Perico, soy el subdirector de deportes de TVE, ¿quieres trabajar con nosotros?’ Inicialmente pensaba tomarme un año sabático, pero ya empecé con las retransmisiones.
-No parece estar cansado.
-Qué va. Este es mi mundo. Jamás he dejado de montar en bici. No me pierdo una carrera viéndolas por la tele cuando no estoy en ellas. Me las chupo todas y cuando salgo en bicicleta me quito todos los males, dándome una paz interior.
-Permítame acabar con una pregunta comprometida. ¿Cuándo dejará de explicar chistes malos en las retransmisiones?
-Es imposible. Los chistes buenos no se pueden contar. Los malos son los que se hacen buenos y los que me encanta narrar.
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