La ronda española
Almeida se convierte en un grande del ciclismo en el Angliru
Vingegaard, segundo, mantiene el jersey rojo de la Vuelta

Almeida gana en el Angliru. / EP

A la Vuelta a Portugal se la conoce como la ‘grandíssima’. Es el acontecimiento ciclista del verano, cientos de banderas verdes y rojas, el corazón de un país encogido ahora por el accidente de Lisboa. Son los portugueses que han viajado a Asturias, los que suben el Angliru a pie y los que disfrutan con la gesta de Joâo Almeida, al que animan, corren a su lado unos pocos metros; fantástica ascensión, maravillosa subida, en otro día de reivindicación palestina en la ronda española.
Portugal suda con su vuelta, pero no consiguen exportarla allende sus fronteras. Abuelos, padres, hijos y nietos llevan décadas esperando con encontrar un relevo al más grande entre todos los ciclistas nacidos y criados en Portugal: Joachim Agostinho murió atropellado por un perro como el que se cruza en el camino de la Vuelta arrastrando una silla cuando los corredores se aproximan al Angliru.
El recuerdo a Agostinho
Cuando murió Agostinho todavía faltaban 14 años para que naciera Almeida, en 1998. Es del mismo año que Tadej Pogacar y, tal vez, por eso se llevan tan bien en un UAE plagado de estrellas, el equipo que ya ha ganado 6 de 13 etapas disputadas en la Vuelta. Es el Almeida que lleva un año de victorias y es el que no quiere líos con Ayuso. Almeida y Ayuso dijeron que empezaban la Vuelta esperando que la carretera decidiera. Y pronto el portugués, sin esforzarse, se quedó al frente del equipo, muchas veces sin la compañía y la ayuda de los gregarios que camino del Angliru se esfuerzan para llevarlo lo más cómodo posible ante un Jonas Vingegaard que sin tener el mejor día, ni se plantea soltarse de la rueda del portugués, como el equipo Israel que no se piensa ir de la Vuelta.

Jonas Vingegaard, agotado, en la cumbre del Angliru. / Visma Team
Nace el día alterado, con concentraciones en todos los pueblos mineros por los que pasa la Vuelta. Adrián Barbón, presidente asturiano, trata de calmar los ánimos al pedir la retirada del conjunto israelí y explicar que no asistirá a las dos etapas de Asturias en rechazo a la presencia del Israel-Primer Tech. Sólo se corta una vez la etapa, cuando los ciclistas ya se preparan para las primeras rampas del Angliru.
Es en el Angliru donde Almeida pasa a la acción y se sube de principio a fin el puerto, en cabeza de carrera cuando superan al luxemburgués Bob Jungels, que cuando era joven apuntaba a gran estrella del pelotón mundial.
Uno no se cansa y el otro no se suelta
Nunca se cansa, pero tampoco Vingegaard se suelta, siempre por detrás, más porque no puede superarlo que apoderado para chuparle rueda. Ni se puede plantear disputarle la etapa. Ya lo superó una vez esta temporada cuando el portugués le birló la victoria en las montañas de la París-Niza. Más vale llegar segundo, amarrar el jersey rojo, que caer en la tentación de verse derrotado en el esprint final. No es la imagen preferida para un campeón. “Me siento decepcionado porque el Angliru es una gran montaña. Quería ganar aquí, pero Joâo se ha merecido la victoria”, reconoce Vingegaard.

El Visma, en el llano, al frente del pelotón. / Visma Team
Almeida es magnífico. Sube como el más brillante de los escaladores. Derrocha alegría ante decenas de portugueses que se entregan al brillo de sus pedales. Aprieta una y otra vez a Vingegaard, que mucho hace en aguantar el ritmo, como si Almeida fuese Pogacar, mismo uniforme, idéntica bici, quizá pensamientos perversos recordando el Tour afloran en la cabeza del ciclista danés.
"Increíble"
“Increíble, no puedo decir otra cosa. Ha sido el día más importante en mi carrera”, reconoce Almeida después de la victoria, un triunfo para acallar a los que aseguran que no puede con la dura montaña. Ya ha sido cuarto en el Tour. Ha ganado este año la Itzulia, el Tour de Romandía y la Vuelta a Suiza y sólo una caída dura, fractura de costilla, lo apartó de la ronda francesa para dejar un poquito cojo -sólo un poquito- a Pogacar en su incontestable victoria en París.
Gana Almeida, resiste Vingegaard con 46 segundos de ventaja y se desinfla el ciclismo español con el catalán de Ullastrell, Abel Balderstone, héroe del Caja Rural, como décimo de la etapa y con la 16ª plaza, mejor español de la clasificación general. Ahora espera la Farrapona que, aunque no es tan dura como el Angliru, da muy mala espina.
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