La ronda española
Philipsen toma el esprint zaragozano de la Vuelta
El velocista belga, primer líder de la carrera, logra una segunda victoria en la prueba un día antes de que retorne la montaña con la subida final a la estación de esquí riojana de Valdezcaray

La etapa 7 de la Vuelta a España. / Javier Lizon / EFE

La Vuelta es muchas veces una carrera previsible en la que los grandes candidatos al triunfo, con Jonas Vingegaard a la cabeza, parece que tengan anotadas unas etapas en rojo y el resto las vean pasar como un trámite, un día a superar y uno menos a jugarse el triunfo cuando los ascensos sean duros de verdad.
En Zaragoza, meta de la octava etapa, todo el mundo sabía que no había otro destino que una llegada masiva; cualquier otra combinación era una sorpresa monumental, salvo que soplase el cierzo con fuerza, pero sólo se levantó una ligera brisa que únicamente sirvió para mover al aire las numerosas banderas palestinas ubicadas en el circuito urbano por la capital aragonesa.
Lo principal, no caer
No era un día ni para Vingegaard, ni para Joâo Almeida, ni para cualquiera de los que aspiran a un puesto de honor en la clasificación final de la Vuelta. Era una de esas etapas donde siempre le decían a Miguel Induráin que lo importante era resguardarse, aprovecharse del apoyo de los compañeros y, sobre todo, no irse al suelo y perder de forma absurda todos los boletos para la victoria final.
Si el Tour tiene una ciudad para los esprints que se llama Burdeos, que posiblemente regresará al recorrido del año que viene, la Vuelta otorga tal distinción a Zaragoza, salvo que se organice una contrarreloj. Siempre responde el público con ambición, apoyo a la carrera y, por qué negarlo, reclamo reivindicativo a los que protestan por la participación del conjunto patrocinado por Israel en la ronda española. Corren por criterios deportivos, con el beneplácito de la Unión Ciclista Internacional (UCI) y no porque haya recibido una invitación de la carrera como sucede con los conjuntos del Q36.5, el Caja Rural o el Burgos, condenado por un virus que ya ha dejado fuera de carrera a tres de los ocho corredores; si el castigo es un azote para un equipo potente mucho más para una escuadra modesta como la castellana.
En Zaragoza, no había otro destino que un triunfo al esprint, amplia avenida dedicada a María Agustín, una de las heroicas defensoras de la ciudad en la Guerra de la Independencia, cuando el francés era el enemigo invasor y no el propietario de la Vuelta. Y qué mejor que el ganador fuese el mejor velocista apuntado a la carrera, el belga Jasper Philipsen, primer líder de la prueba como lo fue en el estreno del Tour. Le costó más que otras veces porque entró mal colocado, pero aprovechó la experiencia, la potencia de sus piernas y pudo superar al corredor italiano Elia Viviani, luego descalificado por los jueces.
Nada pudieron hacer los tres fugados del día, Sergio Samitier, Joan Bou y José Luis Faura, la escapada donde por mucha garra que pongan los aventureros siempre saben que serán capturados cuando el pelotón se ponga las pilas y se lance sin piedad a su caza y captura, como las leonas que acorralan a las presas en la selva. No hay nada que hacer. Es ley del ciclismo.
Sin cambio de líder
Si Vingegaard no pasó por problema alguno, tampoco sufrió el líder de la carrera, el noruego Torstein Traeen. Será un líder circunstancial, que lleva el jersey rojo con el permiso del Visma de Vingegaard, porque ya les va bien que les quiten trabajo en el control de la Vuelta y así puedan descansar un poquito. Pero tampoco es mal escalador por lo que salvo que haya un zafarrancho de combate y suenen las trompetas este domingo en Valdezcaray, llegará a la cumbre de la estación de esquí riojana conservando la camiseta de primer clasificado de la carrera.
Sirvió el día para constatar que Juan Ayuso ya no peleará por la clasificación general, aunque en este caso lo hace por criterio de su equipo. Qué no malgaste fuerzas en etapas intrascendentes, que pierda tiempo (fueron 5.20 minutos en Zaragoza) y que llegue fresco a los puntos de la Vuelta que el UAE tiene marcados en rojo, ya sea para ayudar a Almeida o para conseguir otro triunfo de etapa. Quizás este domingo en una etapa que atravesará el alma de la Rioja, primero entre viñedos y luego camino de una de las subidas más singulares del lugar, Valdezcaray que parecía olvidada en los planes de la Vuelta.
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