El Miño no siempre discurrió de forma pacífica entre Galicia y Portugal. Las aguas revueltas de la historia no siempre bañaron a vecinos bien avenidos. Las contiendas entre ambas márgenes del río no solo marcaron la historia, sino también el paisaje. De los 76 km de la “raia húmida”, 50 están sembrados de fortificaciones que se retan frente a frente desde ambos lados de la ribera.

El conflicto que otorgó a esta frontera la fisionomía militar que hoy conocemos, con construcciones de tipo abaluartadas, se configuró en los 28 años que duró la Guerra de Restauración Portugesa (1640-1668), por la que nuestro vecino se independizó de la Monarquía Hispánica.  

Este paisaje bélico excepcional, uno de los más intensos e interesantes de la historia europea, ha llegado -en parte- hasta nuestros días y se puede visitar. Constituye lo que podríamos denominar la ruta de la guerra con Portugal, que nos lleva por Salvaterra, Tui, Tomiño y A Guarda

Fortaleza de Salvaterra de Miño. P.P.D.

Salvaterra de Miño

El Castillo de Salvaterra fue escenario de muchos de los conflictos fronterizos que enfrentaron a ambas márgenes del Miño. Una traición al conde de Salvatierra hizo que la fortaleza cayese en manos portuguesas al inicio del conflicto, en 1642, no sin enfrentamientos con los habitantes de la villa. No volvería a manos gallegas hasta 1659, cuando un ataque sobre el vecino Monçao cercó a las tropas lusas, que capitularon en 10 días.

Durante su ocupación, se mejoraron las defensas, se construyeron nuevas murallas y se reforzaron los baluartes.

Con el objetivo de recuperar la plaza, los españoles levantaron el fuerte de Santiago de Aytona, las fortalezas de Fillaboa y la Atalaya de San Pablo de Porto. Sin embargo, estas dos últimas fueron arrasadas por los portugueses en una escaramuza. Tras su reconstrucción por parte española, se lanzó el ataque a Monçao que culminó con victoria y con la recuperación de Salvaterra.

De todo este sistema defensivo solo se conserva -aunque alterado- el Castillo de Salvaterra, siendo las otras estructuras militares demolidas para evitar la contraofensiva lusa.

Vista aérea de Tui con la catedral en el centro. ALOIA TUI

Tui

La villa presenta un aspecto fuertemente fortificado, con especial protagonismo de su catedral, rematada con almenas que la hacen parecer un castillo. Esta configuración se fue fraguando a lo largo de los siglos, especialmente a lo largo del XII, tras la invasiones normandas y sarracenas.

Como centro neurálgico del sur de Galicia, por la importancia de su puerto comercial, Tui ha sido a lo largo de la historia una plaza muy deseada. De ahí su fortificación, que hunde sus raíces en la Edad Media y que experimentó notables cambios con el devenir de los siglos. De su muralla medieval se conservan tres tramos visibles, aunque muy alterados.

La villa ya estaba blindada cuando estalló la Guerra de la Restauración, pero se reforzó durante la contienda, ampliando sus murallas, con unas defensas exteriores y levantando un fortín del que no se conservan restos.

Tui era uno de los objetivos prioritarios de las tropas portuguesas, que apostadas en frente, en Valença do Miño, tuvieron que redirigir sus ataques hacia Tomiño y A Guarda ante la imposibilidad de tomar la que fue una de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia.

Foso de la fortaleza de San Lourenso en Goián. P.P.D.

Tomiño

A ser Tui inexpugnable, los ataques lusos se desviaron hacia el oeste. En 1644, los portugueses se lanzaron contra Goián, donde quemaron casas, pero acabaron huyendo ante la llegada de las tropas españolas guarnecidas en Tui. 

Al otro lado del río acechaba Vilanova de Cerveira, pertrechada con su castillo medieval, su plaza-fuerte, un fortín, la fortaleza de São Francisco de Lovelhe y la atalaya del Espíritu Santo.

Veinte años después, Goián vivió otro saqueo, con la caída del fortín de A Barca. Desde él, las tropas portuguesas fueron ganando territorio y levantaron la fortaleza de Nosa Señora da Concepción, el fuerte de As Chagas, la Torre dos Correa y la Torre dos Ratos (de la que apenas quedan vestigios). Una vez tomado este emplazamiento, los portugueses continuaron con su conquista río abajo hasta hacerse con A Guarda en 1665.

Con el fin de la guerra, las poblaciones tomadas fueron devueltas a Galicia, que se fortificó de nuevo por orden de la corona española. Así, en el punto que ocupaba el derrotado fortín de A Barca se levantó el fuerte de San Lourenzo, que conserva la mayor parte de su estructura.

El "Espacio Fortaleza" de Goián, en Tomiño, visto desde Vilanova de Cerveira. EVA GONZALEZ

Hoy es visitable dentro del “Espacio Fortaleza”, concebido como un enclave abierto al público en el que se realizan visitas guiadas y que además cuenta con playa fluvial, cafetería y punto de información. 

Estas fortificaciones en territorio gallego pero bajo mando luso tenían eran vigilidas desde el Castillo de Medos, en Estás. Esta construcción tenía por objetivo cerrar el paso de las tropas portuguesas hacia Tui y controlar las comunicaciones con A Guarda, evitando así el paso de los portugueses a otros emplazamientos de la raia.

Vista del Castillo de Santa Cruz de A Guarda. FdV

A Guarda

Fueron los vecinos que la villa los que frustraron la toma de A Guarda en 1643, cuando su resistencia obligó a los portugueses a cruzar el Miño de vuelta a casa. Al otro lado del río, el ejército luso contaba con la plaza y el recinto medieval de Caminha, y los fuertes de São Rodrigo y Nossa Senhora da Ínsua.

La persistente amenaza de conquista llevó a erigir en 1664 un castillo que custodiara la villa: el de Santa Cruz. Para acelerar su construcción se usó parte de la piedra de la muralla medieval que rodeaba la población. De hecho, el casco histórico guardés conserva algunos vestigios de ella, con pequeños tramos discontinuos en las calles Ireira y del Muro.

A pesar de la resistencia gallega, la fortaleza fue tomada por el ejército portugués en 1665 y no se liberó hasta el final de la guerra. En la actualidad es visitable y cuenta con un centro de interpretación.

La atalaya de A Guarda EVA GONZALEZ

Además del castillo, la villa cuenta con otro testimonio de aquella frontera bélica: la atalaya. Al igual que el Castillo de Santa Cruz, fue tomada por los vecinos portugueses. 

La actual es una réplica de la original, derribada en 1945 para reutilizar su piedra en la construcción del dique del puerto y para facilitar las labores de pesca. En 1997 se reconstruyó y hoy alberga el Museo del Mar.

El icónico edificio, de planta circular, es emblema del escudo de A Guarda desde 1844.

A estos elementos defensivos se sumaba una batería en Camposancos, de la que no quedan más evidencias que los registros históricos.