Una explosiva explicación al pixelado de Google sobre la isla de Tambo
Los guías que muestran el enclave ofrecen una hipótesis sobre su ocultamiento en los mapas del gigante tecnológico
Las visitas organizadas se regularizaron el verano pasado y continúan este año

Tambo, situada en medio de la ría de Pontevedra / A. L.
Fue en el verano de 2021 cuando FARO sacó a la luz un misterioso dato sobre Tambo. La isla, enclavada en el medio de la ría de Pontevedra, permanecía —y permanece— inescrutable para un ojo que casi todo lo ve. Y es que su imagen en Google Maps aparece pixelada.
Desde esta redacción se intentó desentrañar el enigma, pero ninguna de las partes implicadas dio una explicación al ocultamiento de la isla. Ni la Escuela Naval Militar de Marín, responsable directa del territorio insular, ni el Ministerio de Defensa, ni el propio gigante tecnológico asumieron la responsabilidad de su imagen difuminada. De las cinco instalaciones del Ejército que acoge Galicia, la únicas invisibles son Tambo y el Acuartelamiento Aéreo Barbanza (EVA 10).
La isla, cubierta por un espeso eucaliptal, es territorio militar desde 1943. Durante décadas, adentrarse en ella estuvo limitado para los uniformados de la Escuela Naval y, puntualmente, para sus familias. Desde que en 2002 perdió su uso militar, su acceso comenzó a abrirse con cuentagotas, con algunas visitas organizadas y con la recuperación de la histórica romería en honor a San Miguel. También se abrió la vía para desembarcos furtivos de los jóvenes de la comarca: ¿quién no querría reunirse con los colegas en un lugar así?
Pero todo ha cambiado desde que en marzo del año pasado el Ministerio de Defensa cedió al Concello de Poio la gestión del enclave. A partir de agosto de 2022 es posible visitar la isla con mucha más facilidad: basta con pedir la autorización a través de la página de Turismo de Poio y elegir la naviera y el horario con el que se quiere cubrir la escasa distancia desde Combarro hasta su pequeño muelle.
Esa visitas —habilitadas esta temporada de verano viernes, sábados, domingos y festivos— son guiadas y duran alrededor de tres horas. El tiempo se pasa volando recorriendo el paraje, conociendo sus restos arquitectónicos y escuchando las explicaciones del guía encargado de hacer de cicerone. Y en su relato, la explicación sobre el pixelado es uno de los puntos estrella, tanto que ya se anuncia al principio del recorrido.
La hipótesis del polvorín
Pero la respuesta no llega hasta más de un kilómetro después, en el extremo norte. A unos 50 metros de las ruinas del lazareto, se alza una estructura que recuerda a un palco de feria. Nada más lejos de la realidad. Es la entrada al polvorín de la isla, una estancia abovedada de espesos muros de hormigón en la que se guardaban toneladas de explosivos. Tal cantidad que, si estallase, borraría del mapa la isla y afectaría gravemente a todas las poblaciones de la ría pontevedresa, de acuerdo con la versión narrada por el guía y que choca con las respuestas que, en su día, el Ejército y la Escuela Naval dieron a las preguntas de FARO.

La isla de Tambo, captada en los vuelos estadounidenses de 1956 (izquierda) y 1967 (derecha) / Centro Nacional de Información Geográfica
Esconder una instalación altamente sensible a un ataque enemigo sería la razón por la que la isla aparece vedada a los ojos de Google Maps, siempre según esta fuente. De hecho, es la misma explicación que dio a por qué toda su superficie está cubierta por un frondoso bosque de eucaliptos. Los militares habrían recurrido a esta especie de crecimiento rápido para ocultar el polvorín ante posibles vuelos de potencias extranjeras. Lo cierto es que en las imágenes aéreas captadas por el Ejército estadounidense de 1956, Tambo aparece sin apenas vegetación; en las de una década después ya luce bajo un generoso manto vegetal.
El guía explica que el polvorín siempre estaba custodiado por al menos dos efectivos militares de la Escuela Naval de Marín. De hecho, estas guardias también se utilizaban como 'castigo' cuando los mandos consideraban que había que disciplinar a algún cadete. Ahora, vacío, iluminado solo por una linterna, es difícil que el visitante no se sugestione ante la posibilidad de algún cartucho que quedase sin retirar. Pero esta es solo de las muchas historias que esconde Tambo y que se pueden descubrir con una breve travesía en barco.
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