Las leyendas y el misterio cubren tanto como el agua este imponente promontorio en medio del río Miño. Durante 50 años permaneció sumergido casi por completo, pero la escasez de lluvias del último lustro ha revelado su majestuosa figura. Ha pasado de ser prácticamente inaccesible a aguantar las pisadas de cientos de turistas atraídos por el magnetismo de lo inexplorado.

Pero no fue la naturaleza quien creó esta enigmática montaña entre las aguas del Miño, sino la mano del hombre. Castro Candaz (Chantada) es una de las 25 aldeas que en 1963 fueron anegadas para levantar el que fue el mayor embalse de Europa: Belesar. La primera gran presa con bóveda de España, un prodigio de la ingeniería civil del franquismo, obligó a cientos de vecinos a dejar atrás sus casas, sus campos… Sus vidas.

Tuvieron que esperar décadas para ver cómo lo que el embalse les había quitado volvía en forma de espejismo. En el verano de 2011, unas obras de Gas Natural Fenosa dejaron prácticamente sin agua la presa. El bajo nivel de su caudal devolvía a la vida aquellas aldeas, ahora convertidas en ruinas.

El corredor de acceso a Castro Candaz. P. Pedrido

 La “atlántida” gallega

La inesperada sequía que atravesó Galicia a finales de 2016 y principios de 2017 hizo que bajase tanto el nivel de Belesar que Castro Candaz perdió su condición de fortaleza inexpugnable. Para acceder a él, la presa tiene que encontrarse por debajo del 25% de su capacidad.

La falta de lluvias descubrió un estrecho corredor que permitía la entrada de cientos de personas que querían conocer la "atlántida" del Miño. Cinco años después, Castro Candaz volvía a ser accesible a finales de octubre.

Resistió a romanos y vikingos

Los hechos históricos y las leyendas se mezclan en esta pequeña aldea, ya que su condición de “atlántida" impide excavaciones arqueológicas. El misterio rodea a Castro Candaz, al que atribuyen entradas subterráneas y tesoros ocultos.

Su nombre alude a un castro prerromano que acabaría acogiendo a un cónsul romano. Allí se retiró tras verse derrotado por las indómitas tribus locales.   

En la Edad Media acogió una fortaleza que resistió las invasiones de los vikingos, que llegaron hasta Chantada. Los notables de la zona se refugiaron en Castro Candaz de sus saqueos.

Su estratégica situación le valió la condición de punto de control de paso por el río Miño. De hecho se convirtió en uno de los grandes símbolos del poder feudal en Galicia y, por ello, objetivo de los Irmandiños, que destruyeron la fortaleza.

A VISTA DE DRON: Castro Candaz

A VISTA DE DRON: Castro Candaz Galidrone

Esta sería posteriormente reconstruida, y hoy en día aún se conservan parte de los cimientos y muros de la estructura. Sin embargo, es bastante probable que las piedras del castillo fueran reaprovechadas para la construcción de los bancales de viñedo que hoy dan forma al promontorio.

Aunque el nombre evoque a su pasado castrexo, la imponente silueta pétrea de Castro Candaz poco tiene que ver con el poblado prerromano y con la fortaleza inexpugnable que resistió a romanos y vikingos. Sus actuales muros y corredores son fruto del aterrazamiento de la superficie para dedicar el terreno al cultivo de la reina de la Ribeira Sacra: la vid.