‘Solo pienso en ti’, ‘Bailarina’, ‘El abuelo Vítor’, ‘La madre’, ‘Nada sabe tan dulce como su boca’, ‘Allá arriba al norte’, ‘No seré nunca juguete roto’, ‘El hijo del ferroviario’ y ‘Adónde irán los besos’ son solo algunos de los temas incluidos en la gira “La vida en canciones (El escenario lo cura todo)”, que resumen los más de cincuenta años de canciones y carretera de Víctor Manuel (Mieres, 1947). El cantautor asturiano, que actuará en el Auditorio Mar de Vigo el próximo día 25 (20.30 horas), editará próximamente un disco grabado con la Orquesta del Principado de Asturias y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias, y espera sacar un nuevo trabajo el próximo año. “Quiero componer temas nuevos porque yo canto porque escribo canciones”, afirma.
–“La vida en canciones. El escenario lo cura todo” ¿Qué le cura a Víctor Manuel?
–El escenario cura todo lo curable. El título viene de cuando volví a cantar después de la pandemia, todavía con restricciones y mascarillas, pero me sentí muy aliviado de estar ahí de nuevo y cada noche agradecía a la gente que había salido de su casa, con riesgo aún, para verme cantar. Para mí fue un bálsamo. Siempre he pensado que el escenario lo cura todo. A quien no ha subido nunca no le puedo explicar qué se experimenta ahí arriba, pero es una libertad absoluta. Tú eres el dueño, eres el rey del pollo frito ahí arriba. Es una sensación única. Por eso engancha tanto y por eso hay gente que decide estar ahí eternamente, como es mi caso.
–¿No ha pensado nunca en retirarse?
–Es que no sé qué se puede hacer cuando uno se retira. Entiendo la retirada si la gente se cansa, si no le gusta su trabajo y prefiere estar en su casa o paseando por ahí, pero en mi caso no. Yo subo al escenario, me aplauden y me pagan, y esto es el sumo.
–¿Cómo se resume en algo más de dos horas toda una vida de canciones?
–Cribando y resignándose a que estás cantando el 5% de tus canciones. Evidentemente, están las que la gente quiere escuchar, y después hay un apartado que yo llamo de ‘canciones prehistóricas’, que son esas que me hicieron ser como soy, y otro de ‘canciones desgraciadas’, que son esas en las que uno tiene mucha fe cuando las compone, pero que después a la gente ni fu ni fa. Pero el público es soberano y elige lo que le da la gana. A partir de ahí, normalmente, elige lo contrario de lo que elegirías tú o una cosa lejana a lo que a ti se te hubiese ocurrido.
–¿Usted también tiene sus canciones predilectas?
–Yo elegiría ‘Sólo pienso en ti’, por lo que significó cuando se editó y lo que significa: dar visibilidad a la discapacidad. Son de esas canciones que el público convierte en útiles. Cuando gente relacionada con el mundo de la discapacidad me da las gracias por ella pienso: “He hecho algo bien”. Me encanta cuando las canciones, de alguna manera, pasan a ser de los demás, del público, y dejan de pertenecerte.
–Sus temas atraviesan, además, varias generaciones...
–Cuando has estado en muchas décadas diferentes, vas haciendo como diferentes capas de público. No es la misma la de ‘El abuelo Vítor’ que la de la ‘Puerta de Alcalá’, por ejemplo, o la de ‘Contamíname’. Hay mucha diferencia de años entre unas y otras, pero se van mezclando. Y hoy es muy fácil de mezclarlas porque tienes acceso a toda la música con un clic. Alguien que se interese por tu última canción puede escuchar a continuación una de hace 50 años.
–¿Cómo ve la industria musical hoy?
–Ha cambiado todo muchísimo, pero es que yo comencé con los discos de pizarra, poco más. Y ahora ya no hay soporte; la música la escuchas en tu teléfono o en tu ordenador. En el sector ha habido una auténtica masacre con la piratería y la clase política mirando para otro sitio. Cuando se produce la conjunción entre el consumidor y el pirata, estás perdido. Cuando todo esto empezaba, vosotros, la prensa, y otra gente nos mirabais compasivamente, y yo siempre decía: ‘No os preocupéis, que va a haber para todos, para los periódicos, para los libros...”. Bueno, y ya con la inteligencia artificial no sé. La IA no tiene inspiración, lo que tiene es poder de copia, por lo que habrá una música que se ‘va a salvar’, probablemente, y lo digo entre comillas, pero otra será más fácil de copiar. A ver si, por una vez, Europa y las grandes potencias deciden que ahí se puede intervenir y que es positivo intervenir.
"Me encanta cuando las canciones, de alguna manera, pasan a ser de los demás, del público, y dejan de pertenecerte"
–¿Y a esa ‘España camisa blanca de mi esperanza’ como la ve?
–Pues, camisa a ratos blanca y a ratos con chorretones, la verdad, con espectáculos tan poco edificantes, a veces, porque llamarle a alguien hijo de puta así, gratuitamente, no tiene que ver con la política, sino con la mala educación y con ese mundo en el que estamos inmersos en el que todo es frontal. O sea, si tú estás en ese lado, tú eres mi enemigo y eso solo lo nos puede llevar a la catástrofe como sociedad. Yo tengo fe en el ser humano, a pesar de todo, y espero que se instale la cordura más pronto que tarde, porque una cosa es disentir políticamente y otra cosa es llegar a desear la muerte del contrario.
–¿Recomendaría más música para apaciguar los ánimos?
–La música es un bálsamo maravilloso. Es el instrumento de comunicación más importante que hay en el sentido de que tú estás escuchando música toda tu vida, sin proponértelo siquiera, cuando entras en un coche, vas a una cafetería... Y por una razón que desconoces, unas canciones se te quedan ahí, en el disco duro, y te acompañan hasta la muerte. Y escuchas una canción treinta años después y te lleva al momento en que la oíste por primera vez, con tu pareja o con tus amigos en una fiesta. Ese es el enorme poder evocador que tiene.
–¿Cómo suena la banda sonora de Víctor Manuel?
–La banda sonora de una vida artística tan larga nunca es homogénea y tiene de todo: éxitos, fracasos, momentos cumbre maravillosos y valles profundísimos y a oscuras, porque nadie tiene la clave del éxito permanente.
–¿Es más difícil sobrevivir al éxito o al fracaso?
–Es más difícil sobrevivir al éxito o pretender quedarse en el éxito continuado. Eso ya te digo yo que es imposible. Además, yo siempre he pensado que la medida del éxito te la da el fracaso. El éxito te pone la cabeza a cuadros y te vuelve loco.
–¿Cómo era antes salir de gira y cómo es ahora?
–Si recuerdo cómo eran de penosas las giras hace 40 años, hoy es como estar en un balneario. Tiene una parte incómoda, que es cambiar de almohada todos los días, pero todo lo demás es estupendo. Hay quien viaja con la almohada. A mí no se me ha ocurrido todavía.