El cine de género ha logrado sobrepasar su etiqueta, incluso ha conseguido que ese sello se convierta en indicador de material interesante. La situación ha llegado a extremos, como el de reconocer a “Titane” con la Palma de Oro de Cannes. Sin llegar a esos niveles, es posible que títulos interesantes convivan, sin roce, en las estanterías de ese tipo de festival con películas de Sitges, como es el caso de “Los cinco diablos”, una propuesta que se sitúa en el filo de las designaciones, desde el thriller hasta el fantástico, pero otorgando un enorme peso a las relaciones. De hecho, debajo de toda esa apariencia, y aunque lo fantástico pese mucho, “Los cinco diablos” no es más que una historia de amor y familiar. O quizá dos: la de una pareja y la de una niña que reclama a su progenitora en exclusiva.  

La idea de partida es fascinante: la pequeña de la casa, Vicky (Sally Dramé), está obsesionada por el olor, afortunadamente no de la misma manera que el protagonista de “El perfume”, de Süskind, y ha desarrollado la habilidad de capturar la esencia de sus seres queridos y guardarla en frascos de cristal. Cuando la hermana de su padre irrumpe en su vida cotidiana, esa exploración la lleva a descubrir traumas del pasado enterrados.

Todo el largometraje se asienta en dicotomías, como la de lo cotidiano y lo fantástico. Este último aspecto condiciona, pero no obvia temas actuales preocupantes, como el acoso, por ejemplo, o la complejidad de las relaciones familiares y vecinales en un universo pequeño y bien delimitado, aprisionado bajo el peso de los Alpes, donde se reproducen serios conflictos sociales.

Como principal baza, además de un guion original que combina bien material tan diverso, cuenta con Adèle Exarchopoulos, la adolescente de “La vida de Adèle”, en una gimnástica labor de conciliación de extremos. 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Léa Mysius

Guion: Léa Mysius y Paul Ghilhaume

Reparto: Adèle Exarchopoulos, Sally Dramé, Swala Emati, Moustapha Mbengue, Daphné Patakia y Patrick Bouchitey