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Vida oculta | Los principios, hasta el final

A Malick no se le sigue, se le profesa fe

Valerie Pachner y August Diehl, en "Vida oculta". / The Walt Disney Co.

A Malick no se le sigue; se le profesa fe. Quienes creemos en él asumimos su evolución espiritual como una refrescante provocación en un mundo materialista. Ahora eligió llevar al cine la vida de un hombre declarado beato y mártir por la Iglesia al negarse a colaborar con el régimen nazi, costase lo que costase. Incluso el paraíso, que es casi como recrea el director de fotografía -a la manera de Lubezki, pero sin Lubezki- los amplios y hermosos paisajes alpinos que evocan la belleza de la arcadia de la que el héroe es expulsado. Pero hay más: una esmerada historia de amor narrada con primor ascético. A Malick siempre se la ha dado bien encerrar la inmensidad en una película.

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