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CRÍTICAHablemos en serie

Aquella Europa no se esperaba ese horror

Aquella Europa no se esperaba ese horror

"El mundo en llamas" traza un sólido melodrama con varias historias cruzadas en los comienzos de la II Guerra Mundial

Nadie podía imaginar la desmedida tragedia mundial que vendría después. Ni temerla, por lo tanto, en su justa medida. Empezó con una pequeña invasión, que fue creciendo y creciendo hasta desangrar a toda Europa. Allí, en Danzig (hoy Gdansk, flamante premio Princesa de Asturias de la Concordia) prendió la primera chispa, y a ella le dedica sus minutos más dramáticos el primer episodio de "El mundo en llamas," ambiciosa producción de la BBC 2 que se atreve a volver la vista atrás a un conflicto recreado por innumerables películas y series de ficción y documentales. Y la propuesta, aparte de sus notables hechuras técnicas y de un reparto solvente en el que destacan en papeles secundarios los experimentados Sean Bean (¿le tocará morir otra vez como casi siempre?) y Helen Hunt, presenta unas credenciales prometedoras a la espera de que sus personajes, de momento apenas esbozados y con costuras propias de estereotipos, crezcan y se desarrollen debidamente.

El arranque es brioso: un par de activistas de izquierdas se infiltran en un mitin del líder de los fascistas británicos, el siniestro Oswald Mosley. Intentan reventarlo, pero los brutales Camisas Negras casi les revientan a ellos. A partir de ahí (el enemigo también está dentro), la serie se mueve con bastante soltura y sin abusar de clichés por los pasillos de la burocracia, los entresijos del periodismo guerrero, la resistencia popular contra la bestia nazi y, también, por los vericuetos de la lucha de clase y las tormentas amorosas... Varsovia, Manchester, París, Berlín... Abróchense los cinturones porque el trasiego de un país a otro es constante, aunque no apresurado. Hay un apunte atmosférico muy interesante: la actitud despreocupada de muchos ciudadanos ajenos al peligro que se avecina, similar la indiferencia/cobardía de políticos que no hicieron lo que debían cuando el monstruo nazi ya era una realidad.

Una familia polaca, por ejemplo, se toma casi festivamente la marcha de sus miembros varones al frente con armas rudimentarias, las fiestas bullen en muchas noches de la confiada Europa y en los despachos se prefiere mirar hacia otro lado. "El mundo en llamas" va ofreciendo pequeñas muestras de barbarie sin cargar las tintas ni recrearse en la violencia: unas ejecuciones en un bosque para construir un engaño, un padre que sale con bandera blanca tras una imposible resistencia y cae abatido sin piedad... Hormigas polacas contra elefantes alemanes: unos van en bicicletas y otros en tanques, como apunta la corresponsal norteamericana que no puede vivir sin tener el peligro cerca. El desfile de miles de refugiados, los aullidos de las alarmas, despedidas en la estación que auguran sangre, sudor y lágrimas, matrimonios de conveniencia que terminan siendo apasionados bajo sábanas resplandecientes (paréntesis de dicha antes de la oscuridad), idealistas acostumbrados a la derrota, madres con el futuro de sus hijos encorsetado... Los mimbres de "Un mundo en llamas" son sólidos, cómo no viniendo de la BBC 2, y si en próximas entregas ensancha la humanidad de los personajes y afina el pulso dramático tendremos garantizados muchos minutos de buena televisión.

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