Son bajas en calorías y ricas en fibra y vitamina C, entre otras cualidades. La mejor temporada para degustar las grosellas frescas son los meses de verano, aunque por la posibilidad de congelación o envasado es posible consumirlas durante todo el año. Negro, blanco o rojo, aparte de jugoso, este pequeño fruto permite desplegar toda la imaginación en la cocina porque combina con infinidad de platos.
En fresco están en sazón en julio, agosto y septiembre. La grosella es el fruto de las distintas variedades de groselleros, arbustos que llegan a alcanzar los dos metros de la familia de las Saxifragáceas, plantas herbáceas que crecen en regiones de todo el mundo. Las negras ( Ribes nigrum) y las rojas ( Ribes rubrum) son especialmente ricas en vitamina C -más que algunos cítricos- y en antocianos y carotenoides, de acción antioxidante. Es decir, que ayudan a neutralizar la acción de los radicales libres que son nocivos para el organismo. La blanca, también conocida como uva espina, se diferencia por su menor acidez y pigmentación. En cualquier versión son igual de saludables y refrescantes.
En el jardín, al arbusto le gusta el sol moderado o la semisombra; la roja y la negra requieren suelo con un ph ligeramente ácido, mientras que la blanca no es de terreno exigente, aunque todas necesitan de cierta humedad y estar alejadas del viento. Su uso en la cocina va desde la elaboración de mermeladas, compotas o tartas a salsas, ensaladas, bebidas y muchos otros platos.
A la grosella negra se le conoce también como casis o zarzaparrilla y forma parte de pasteles, sorbetes, gelatinas y confituras. También como fondo de platos y puré. En Francia se elabora la crema de casis, un licor a base de grosella negra oriundo de Borgoña que puede tomarse solo o acompañando cócteles. Las rojas son menos ácidas y su sabor agridulce las hace idóneas igualmente para la elaboración de mermeladas, batidos o helados. Posee las mismas vitaminas y minerales que su hermana roja. La blanca es la más fácil de comer en fresco por su menor acidez.
Los groselleros tienen otras ventajas. Las plantas empiezan a producir pronto, incluso pueden dar algunos frutos el primer año. Se adaptan al cultivo en maceta, por lo que se pueden tener en una terraza o en un pequeño huerto urbano porque el sistema radicular del grosellero no es muy profundo (sobre unos 40 centímetros). A partir del quinto año es cuando se considera que la planta tiene su máxima capacidad productiva.