Vivir ocupa un espacio en el que algunos unen el alma a los objetos que poseen. Nuestras experiencias y actos también están influidos por el margen que otros nos permiten.
Las Herederas, historia de amor/desamor aparte, se puede ver como un análisis de qué sucede al ser expulsado de la zona (cárcel) de confort: Chela (convincente Ana Brun), que vive la decadencia de su relación y posesiones, debe reconstruir su libertad.
Toda esta complejidad está narrada con detallismo y contención en la ópera prima de Marcelo Martinessi, que disecciona el alma de sus protagonistas femeninas con delicadeza, lentitud y precisión, como si no pasase nada cuando en realidad está pasando todo.